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El de 1960 fue el segundo año del sexenio del presidente Adolfo López Mateos (1908-1969). En aquel año comenzó, en todas las primarias del país, la distribución del libro de texto gratuito, único y obligatorio.

Antes, el 12 de febrero de 1959, el presidente López Mateos, de común acuerdo con su secretario de Educación Pública, el poeta Jaime Torres Bodet (1902-1974), había creado, por decreto, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, con la idea de complementar la gratuidad de la educación marcada en la Constitución. Por primera vez en la historia de la educación en México no habría distingos entre niños de escuelas primarias públicas y privadas, rurales y urbanas. Todos los alumnos recibirían la misma información –científica y laica– según los grados y programas escolares.

La ultraderecha –aquella que en cualquier avance social ve comunistas con tranchete–, dueña de las escuelas confesionales y algunas editoriales que vieron desplazados sus libros, manipularon la comunicación de forma tal que del libro de texto sólo destacaron lo de único y obligatorio. Esto, aunado a que México fue el único país de América de mantener relaciones con la Cuba castrista, y que el presidente López Mateos declaró que su gobierno era de izquierda, causó revuelo y miedo en la facción reaccionaria del país que organizó manifestaciones con niños y jóvenes de los colegios católicos con la consigna: “¡Cristianismo sí, comunismo, no!”.

Tocó al secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz –católico y poblano– negociar la calma con la furibunda reacción. Por su parte, López Mateos declaró que si bien era de izquierda, lo era dentro de la Constitución. Lo que provocó que el general Corona del Rosal, jerarca del PRI, dijera que el presidente era de “atinada izquierda”.

Traje al caso el relato porque el Papa Francisco, el pasado 4 de octubre publicó su encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos) en la que plasmó conceptos que contradicen lo que piensan muchos católicos trasnochados, reaccionarios, a los que les va a resultar incómodo, por decir lo menos, el pensamiento progresista del líder de la Iglesia Católica quien, en dicha encíclica, se expresa de la siguiente manera:

“La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos (…) el virus del individualismo radical es el virus más difícil de derrotar”.

“La organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje”. (¿Este punto implicará que pronto habrá sacerdotisas católicas?)

“Cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un ‘nosotros’ que habita la casa común”.

“Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz”.

“Necesitamos desarrollar la conciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta”.

La encíclica de 84 páginas es una buena lectura para el próximo fin de semana. Se las recomiendo a los Caballeros de Colón –si todavía queda alguno–; a los miembros del Opus Dei; a los empresarios que todos los domingos van a misa y comulgan; a las Damas Vicentinas; a los meones de agua bendita del PAN; a los políticos en general; y a los hombres y mujeres de buena voluntad que a través de la lectura de Fratelli tutti, comprenderán que el Papa Francisco es un hombre de atinada izquierda.

La historia al revés

En el partido entre Holanda (0) vs. México (1), no era penal.