Elecciones 2024
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En el momento de su muerte, el 17 de julio de 1928, Álvaro Obregón era presidente electo de nuestro país para un segundo período que comenzaría en diciembre del mismo año pero que los que lo conocían pronosticaban que se prolongaría hasta donde el cuerpo del Manco de Celaya aguantara o la sociedad mexicana lo soportase, lo que ocurriera primero.

La historia oficial dice que el asesino de Obregón fue un joven dibujante católico, José de León Toral, quien a boca de jarro le disparó cinco tiros de una pistola ‘Star’, calibre 32, cuando el difunto disfrutaba de un agasajo gastronómico. (Carente de la mano derecha y con la izquierda asida a una pierna de cabrito, no pudo defenderse).

Los obregonistas sospecharon que el crimen de su caudillo fue ordenado por el presidente Plutarco Elías Calles en complicidad con el líder de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROC) y al mismo tiempo secretario de Industria, Comercio y Trabajo, Luis N. Morones. Para disipar, inútilmente, las sospechas, Morones renunció a su cargo y don Plutarco cambió al jefe de la policía: Roberto Cruz fue sustituido por un obregonista, el general Ríos Zertuche quien se encargaría de investigar el magnicidio. (En la calle se decía: ¿Quién mató a Obregón? Calles-se).

Con la muerte de Obregón —el último caudillo— Calles pudo llevar a la práctica su propósito de fundar un partido político que amalgamara a todos los jerarcas revolucionarios que se sentían con derecho a ocupar la silla del águila. En su último informe de gobierno manifestó que la política nacional se iba a orientar por los rumbos de las instituciones y de las leyes, de la tolerancia y del respeto al libre sufragio.

Tras negociarlo con los jefes militares —la revolución engendró más generales que tropa— don Plutarco impuso su idea sobre la conveniencia de tener un presidente interino civil, designado por el Congreso, fue el licenciado Emilio Portes Gil el elegido, rindió protesta el 1º de diciembre de 1928; ese mismo día don Plutarco inició su proyecto para institucionalizar la revolución. Emitió un manifiesto firmado por él, Luis L. León, Manuel Pérez Treviño y Aarón Sáenz: “Con objeto de encauzar y unir en un solo conglomerado a todas las fuerzas de la primera tendencia revolucionaria, nos hemos reunido los suscritos para constituir el Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario”.

Días después dejaron de pertenecer a dicho Comité Aarón Sáenz por tener el deseo de ser candidato presidencial y el general Calles (¡!) para “llevar al más escrupuloso cumplimiento su anunciada abstención de ser factor determinante en la política del país”. Además, don Plutarco se incorporó al gabinete de Portes Gil como secretario de Guerra y Marina.

Pérez Treviño quedó al frente del Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario y como tal lanzó la convocatoria para realizar la Convención Constitutiva del PNR en Querétaro del 1º al 4 de marzo. Así nació el abuelito del partido que jamás ha tenido abuela: el PRI. El primer presidente del PNR fue Manuel Pérez Treviño y el primer candidato a la presidencia de la república el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, ambos llamados ‘los pollitos’ porque salieron de los huevos de don Plutarco. (Por esos días se produjo un brote de rebelión en el que participaron un grupo de generales obregonistas resentidos que fueron aplacados fácilmente. La asonada duró menos que el coito de un eyaculador precoz).

El 17 de noviembre del mismo año se realizaron los comicios presidenciales: Ortiz Rubio se impuso por amplio y tramposo margen a José Vasconcelos del Partido Nacional Antirreeleccionista. Don Pascual rindió protesta el 5 de febrero de 1930 y sufrió un atentado, una bala disparada por Daniel Flores, personaje irrelevante, le dio en la mandíbula sin consecuencias serias. Desde ese momento don Pascual tuvo más miedo que una monja con retraso menstrual. Si a eso se añade que sólo era un pelele de Calles —aquí vive el presidente el que manda vive enfrente— Ortiz Rubio renunció el 2 de septiembre de 1932. Lo sustituyó un incondicional de Calles, el general Abelardo L. Rodríguez quien concluyó el interinato.

El 1º de diciembre de 1934 inició el sexenio del general Lázaro Cárdenas, parecía ser otra imposición de Calles. Pero salió respondón el michoacano y mandó al exilio al sonorense. Se acabó el Jefe Máximo. En 1938 el PNR cambió de estructura —se crearon 4 sectores: el obrero, el campesino, el popular y el militar— también cambió de nombre: Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Así nació el padre del partido que jamás ha tenido madre.

A Cárdenas lo sucedió, después de unos comicios fraudulentos en los que perdió Juan Andrew Almazán, el general Manuel Ávila Camacho, el presidente caballero (de Colón). Durante su gobierno, en contraste con la guerra mundial, México vivió en paz. Antes de pasar a retirarse, en 1946 quiso dejarnos a los mexicanos lo que después sería la fábrica de ladrones más grande del mundo; suprimió el sector militar del PRM y a éste le cambió de nombre, surgió el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Mismo que este lunes celebró su cumpleaños 90 con olor a naftalina; carcomido por la obsolescencia; apenas es la tercera fuerza electoral del país; con un desprestigio más grande que las fortunas de los Salinas, los Duarte, los Moreira y Peña Nieto juntas. Si quieren cambiarle de nombre pónganle PMS: Partido Mexicano de la Simulación.