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Corría el año de 1978 cuando una brigada de trabajadores de Luz y Fuerza del Centro laboraban a altas horas de la noche en el cruce de las calles Argentina y Guatemala, en el corazón de la Ciudad de México.

La madrugada del 21 de febrero encontraron accidentalmente un monolito de grandes dimensiones completamente labrado en su cara superior.

En la escultura circular de cantera se encontraba representada la deidad lunar mexica, la guerrera femenina que enfrentó a su hermano para ser derrotada y posteriormente decapitada. Se trataba de la más hermosa representación de Coyolxauhqui, palabra náhuatl que significa “la adornada con cascabeles”, la hija de la madre de los dioses, Coatlicue, y la hermana de la deidad tutelar mexica: Huitzilopochtli, “el colibrí zurdo o del sur”.

Felipe Curcó el responsable de la cuadrilla, al darse de cuenta del gigantesco obstáculo que se encontraba entorpeciendo su trabajo, decidió llamar a las autoridades del Instituto Mexicano de Arqueología e Historia para examinaran la pieza encontrada y la pudiera “rescatar”. La diosa que llevaba enterrada más de 450 años volvería a ver la luz del sol, asombrando con su crudeza y belleza a los habitantes de la Ciudad de México en pleno siglo XX.

El hallazgo de Coyolxauhqui y  el nacimiento de Huitzilopochtli - coyolxauhqui
El hallazgo de Coyolxauhqui el 21 de febrero de 1978. Foto: El Universal.

El mito de Coyolxauhqui está íntimamente relacionado con el de Huitzilopochtli, deidad tutelar de los mexicas.

Sucede que una noche Coatlicue, diosa de la tierra y la fertilidad, estaba barriendo su hogar, una pequeña choza en la cima del Cerro de la serpiente, el Coatepec, cuando un plumón cayó frente a ella. Lentamente lo recogió y lo guardó en seno.

Poco tiempo después, la deidad se encontraba milagrosamente embarazada de un varón, quien con el tiempo sería la deidad que encarnaría los ideales guerreros de la última tribu chichimeca que salió de Aztlán para fundar entre carrizales, lagos y pantanos una ciudad conocida con el nombre de Tenochtitlan. Su nombre es bien conocido: Huitzilopochtli. La descripción que realiza Fray Bernardino de Sahagún en su obra monumental, Historia General de las Cosas de la Nueva España, de este embarazo es la siguiente:

Según lo que dijeron y supieron los naturales viejos del nacimiento y principio del diablo que se dice Uitzilopuchtli, al cual daban muchas honra y acatamiento los mexicanos, es que hay una sierra que se llama Coatépec, junto al pueblo de Tula, y allí vivía una mujer que se llamaba Coatlicue, que fue madre de unos indios que se decían centzonuitznáoa, los cuales tenían una hermana que se llamaba Coyolxauhqui. Y la dicha Coatlicue hacía penitencia barriendo cada día en la sierra de Coatépec; y un día acontecióle que andando barriendo descendióle una pelotilla de pluma, como ovillo de hilado, y tomóla y púsola en el seno junto a la barriga debajo de las naguas; y después de haber barrido quiso tomar y no la halló, de que dicen se empreñó.”

Al enterarse del estado de su madre, Coyolxauhqui, la hija mayor de Coatlicue, y sus cuatrocientos hermanos (Centzon Huitznahua) no pudieron aguantar su indignación ya que no sabían quien era el hombre responsable del embarazo. Por lo acordaron subir el Cerro de la Serpiente y matar a su madre y a su nonato. Cabe mencionar que los Centzon Huitznahua representan en este mito los compañeros de la luna, las cuatrocientas estrellas del firmamento nocturno. Uno de los “sureños”, Cuauhtlicac no estuvo de acuerdo con el plan orquestado por su hermana mayor, por lo que decidió avisarle a su madre y Huitzilopochtli, el guerrero que se gestaba en su vientre, que corrían grave peligro y serían asesinados en algunos días. Angustiada, Coatlicue no sabía como responder a esta agresión, por lo que solamente podía ahogar su angustia con su llanto. Sin embargo su hijo le respondía desde su vientre, diciéndole que no tenía nada de que preocuparse, ya que él la defendería y derrotaría a los atacantes.

Es importante mencionar que el famoso Templo Mayor de Tenochtitlan representa dos montañas sagradas asociadas con mitos creacionales.

La primera es el Tonacatepetl, “el Cerro de los mantenimientos”, donde los tlaloques (dioses de la lluvia y la fertilidad) celosamente guardaban el maíz, el mismo que sería robado por Quetzalcoatl para regalárselo a la humanidad.

Esta montaña asociada con la fertilidad es representada por la parte norte de Templo Mayor, la misma que esta coronada con el adoratorio a Tláloc, deidad de la lluvia. La mitad sur de Templo Mayor, donde se encuentra el templo de Huitzilpochtli representa la segunda montaña sagrada: el Cerro de la Serpiente, el mismo espacio donde se libraría la batalla entre el sol y la luna, Huitzilopochtli y Coyolxauhqui, el mismo enfrentamiento que se da en el cielo a diario y en ocasiones especiales durante eclipses solares. Retomemos el mito.

Finalmente llegó el día en que Coyolxauhqui y sus cuatrocientos hermanos decidieron terminar con la vida de su madre, por lo que subieron al Coatepec. En la vanguardia de los atacantes iba Cuauhtlicac, quien llegó antes a la cima, dándole aviso a Coatlicue que sus hermanos estaban a punto de matarla.

“La de la faldas de serpiente” confió en la promesa que su hijo le hizo, o simplemente se resignó a esperar la muerte. Cuando la hermana mayor alcanzó la cima, detuvo su andar al ver a su madre dar a luz a un guerrero completamente armado, con pintado el rostro color azul y la cabeza decorada con plumas de águila. Huitzilopochtli de inmediato se lanzó hacia donde se encontraba su hermana, y con su arma, la xiuhcoatl, “serpiente de turquesas o fuego” la decapitó de un solo tajo.

Después la empujó por la ladera pedregosa de la ladera, por lo que el cuerpo femenino quedó cercenado cuando alcanzó la base de la montaña. Posteriormente dio batalla a sus hermanos, las estrellas del firmamento, quienes al verse sin su “capitana” entraron en pánico, huyendo ante el embate del dios recién nacido. Muchos murieron, otros escaparon. Sin embargo la derrota infligida a los cuatrocientos sureños y a su hermana quedo para la eternidad labrada en piedra, en el mismo monolito de Coyolxauhqui encontrado en 1978.

El hallazgo de Coyolxauhqui y  el nacimiento de Huitzilopochtli - huitzilopochtli
Huitzilopochtli combatiendo a los centzon huitznahua. Foto: Ed. Raíces.

Este importante mito con el paso del tiempo se transformó en un rito, el cual era realizado en el templo más importante del recinto ceremonial de Tenochtitlán, en el más majestuoso de los 78 adoratorios que existía en este espacio sagrado: el Templo Mayor.

Este evento fue representado en incontables ocasiones durante la veintena, y festividad religiosa, conocida como Panquetzaliztli o “alzamiento de banderas”, en la cual a cuativos de guerra o esclavos se les adornaba y vestía como los centzonhuitznahua, los infortunados hermanos de Coyolxauhqui. Los mismos que serían sacrificados por medio de extracción del corazón, para después ser decapitados y rodados por las escalinatas del gigantesco templo, Sus cuerpos desmadejados caían sobre el monolito de Coyolxauhqui ubicado en la base de la estructura.

Otra versión del mito es aquella que nos cuenta Fray Diego Durán. En esta crónica, Huitzilopochtli ya porta los atributos de un dios y al darse cuenta que algunos mexicas desobedecen sus órdenes, decide reprenderlos. Aquí el texto:

Cuentan que a media noche, estando todos en sosiego, oyeron en el lugar que llaman Teotlachco y por otro nombre Tzonpanco, que eran lugares sagrados dedicados a este dios Huitzilopochtli, un gran ruido, en el cuál lugar, venida la mañana, hallaron muertos a los principales movedores de aquella rebelión, juntamente con la señora que dijimos se llamaba Coyolxauh…”

Historia de las Indias de Nueva España. Durán, Fray Diego (1570)

Desde el punto de vista histórico, Eduardo Matos (2009) hace el siguiente razonamiento.

Años después de que los mexicas abandonaran Aztlán, surgió una disputa entre los líderes del grupo. Este conflicto se agravó mientras los mexicas estaban asentados en Coatepec, montaña ubicada arqueológicamente en el actual estado de Hidalgo, en las cercanías de la zona arqueológica de Tula.

El origen del problema fue cuando Coyolxauhqui, quien dirigía el barrio (calpulli) llamado Huitznahua se negó a dejar el cerro de las serpientes a pesar que los sacerdotes clamaban que había que seguir la “peregrinación” por órdenes de su deidad patronal.

Posiblemente pensaba que era mejor quedarse donde se encontraban debido a que habían tenido buenas cosechas, habían construido una presa, lo que dotaba al grupo de agua para regar sus cultivos y de animales acuáticos para su consumo, e inclusive una gran variedad de aves que en su constante afán de encontrar comida se asentaban en el pequeño lago artificial.

La otra facción, dirigida por el caudillo llamado Huitzilopochtli pensaba que debían obedecer las voces de los sacerdotes que hablaban por la deidad Tetzauhteotl, el dios portentoso, y seguir en la búsqueda de la tierra prometida, aquélla en donde encontrarían un águila parada sobre un nopal ubicado entre pedregales.

Seguramente hubo enfrentamientos entre las dos facciones, resultando victoriosa la facción dirigida por Huitzilopochtli, quien decidió abandonar Coatepec y seguir en búsqueda del “lugar de la blancura” prometida por su deidad. El destino de Coyolxauhqui al ser derrotada no es difícil de adivinar.

Estos hechos fueron tan significativos para el pueblo mexica que decidieron recrearlos por medio de ritos durante todo el tiempo que duró su hegemonía en Mesoamérica.

Siempre fueron recreados en el Templo Mayor o Huey teocalli de Tenochtitlán durante la fiesta de Panquetzaliztli, dedicada a Huitzilopochtli. En ella diferentes cautivos subían al cerro de Coatepetl representado por el Templo Mayor para ser sacrificados por la extracción del corazón y la decapitación. Posteriormente rodaban sus cuerpos sin vida por los escalones para que tuvieran diversas fracturas y mutilaciones como las que presentaba el monolito de Coyolxauhqui.

El hallazgo de Coyolxauhqui y  el nacimiento de Huitzilopochtli - coyolxauhqui-colores
Los colores del monolito de Coyolxauhqui. CONACULTA-INAH.

El monolito de Coyolxauhqui tiene un diámetro irregular que va de los 3.04 a los 3.25 metros. Su grosor es de 30.5 cm, teniendo 8 toneladas de peso. Fue encontrada al pie de las escalinatas del adoratorio a Huitzilopochtli, en el cuadrante sur del Templo Mayor en la etapa constructiva IV-b, realizada durante el gobierno del Huey Tlahtoani Axayácatl (1469-1481), el padre de Motecuhzoma Xocoyotzin.

La piedra fue tallada en andesita rosada. Cabe mencionar que debajo de este monolito se encontró una representación más antiguad de la misma deidad correspondiente a la etapa IV-A de Templo Mayor. Años después, en 1980, los arqueólogos encontraron cuatro fragmentos de gran tamaño de otra representación de la deidad lunar, pero de mayores proporciones que la encontrada en 1978.

Este monolito fue realizado durante el gobierno del Huey Tlahtoani Motecuhzoma Xocoyotzin (1502-1520), y al parecer fue destruida por el martillo y cincel manejado por los españoles de Hernán Cortés después de la caída de Tenochtitlan en 1521.

El hallazgo de Coyolxauhqui y  el nacimiento de Huitzilopochtli - detalle-del-rostro-de-coyolxauhqui-conaculta-inah
Detalle del rostro de Coyolxauhqui. CONACULTA-INAH.

La escultura representa a una mujer decapitada y desmembrada. En los cortes de las piernas y brazos se asoman los huesos, así como la grasa subcutánea en la forma de una hilera de círculos.

Tiene estrías en su vientre, así como los senos flácidos, características propias de una mujer fértil que dio a luz en repetidas ocasiones. En su mejilla visible se ve el cascabel, atributo que le da su nombre.

Sobre su cabello lleva plumones de águila y un gran tocado de plumas de garza, ambos atributos propios de los guerreros. Del lóbulo de su oreja visible cuelga un gran arete con figuras geométricas asociadas al sol (círculo) y un rayo del astro (triangulo).

Su lengua sale flácidamente de su boca, como sucede con una persona muerta. Sus codos y rodillas llevan mascarones asociados a las deidades femeninas, del inframundo y de la noche.

Finalmente, en sus muñecas también porta cascabeles. De acuerdo a investigaciones de Lourdes Cué, se llegó a la conclusión que la pieza fue recubierta de estuco y posteriormente pintada con cinco colores: blanco, negro, azul añil, rojo y ocre, lo que seguramente resaltaba su belleza estética al tiempo que causaba terror entre los devotos mexicas.

Finalmente, lo que hace esta pieza única y sumamente bella es el movimiento que presenta, rompiendo los patrones hieráticos que predominaron en la escultura monumental mexica. La deidad se encuentra en una postura dinámica, dejando claro que su muerte acaba de suceder.

En la actualidad, el gigantesco monolito se encuentra exhibido en la sala 4 del Museo del Templo Mayor.

Enrique Ortiz García
Divulgador de la historia de México

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