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El peritaje político indica que el gen populista es el origen del desplome de la Línea 12 del Metro: Marcelo Ebrard la inauguró al desespero 35 días antes de despedirse como Jefe de Gobierno para buscar la candidatura presidencial. Le urgía una obra faraónica.

Hoy, con el populismo en la presidencia de la República, ocurre algo parecido con la construcción de la refinería Dos Bocas en medio de un pantano. El propio gobierno admite que los tiempos y costos previstos serán incumplidos: “Será necesaria una reformulación”.

Sólo que, en aquella impaciencia, Ebrard no reformuló. Inauguró la Línea 12 sobre las rodillas, el 30 de octubre de 2012: el mismo día que el consorcio DB International GmbH le mandó el certificado que supuestamente avaló la obra para ser abierta al público.

Los apuros colosales del aspirante presidencial marcaron de desperfectos a la Línea 12: la administración entrante tuvo que cambiar 14 mil 500 piezas de la obra: 46 diarias, de acuerdo con Oscar Díaz, entonces subdirector de mantenimiento del STC Metro.

Entre las primeras piezas que la administración entrante tuvo que renovar se incluyeron cuatro mil 500 durmientes y 11 mil grapas de las vías, para evitar alguna tragedia al medio millón de usuarios al día que habían empezado a usar esa línea.

Además de otra anomalía: los trenes tenían 30 centímetros más de ancho, 88 toneladas más de peso y 15 metros de distancia entre rueda y rueda, cuando deberían ser 12 metros. Es decir, la distancia aumentó tres metros con la anomalía que permitió Ebrard.

El aspirante presidencial quiso despedirse con una obra grandiosa, al estilo del histórico regente priista Ernesto P. Uruchurtu, con el entubamiento del Río de la Piedad, el Viaducto Miguel Alemán o el Periférico desde el Toreo hasta Cuemanco.

En su ansiedad, Ebrard le pagó 119 millones 312 mil 68 pesos de nuestros impuestos a la empresa le avaló la obra el mismo día que la inauguró: eso está en el contrato 9.07 CD03. M.3.004, realizado entre el Proyecto Metro y el consorcio DB International GmbH.

Total, después Ebrard cedió sus aspiraciones ante el actual mandatario, pese a ganar las encuestas de NODO y Covarrubias a cinco mil 995 personas para definir al candidato del PRD en 2012. Ebrard se impuso en dos de las tres preguntas divulgadas.

Sin embargo, se hizo a un lado para no dar gusto a los adversarios. Y explicó: “La izquierda dividida sólo iría al precipicio, y no seré yo nunca, quien conduzca las posibilidades de cambiar el rumbo de México al fracaso”.

Aquel gesto le salvará el pellejo ahora.

A quien concedió la victoria es hoy el presidente con más poder en la historia de México.