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uien quiera acercarse a la complejidad política, económica, moral, generacional del estallido de Chile, hará bien en leer con cuidado el texto de Martin Hopenhayn, el filósofo chileno: (“Chile: entre el madrugar y el despertar”.  https://bit.ly/31QTqzW).

Por qué el país reconocidamente más exitoso de América Latina, el de la más tersa y eficaz transición a la democracia y al crecimiento económico, el de mayor tradición civilista y democrática, estalla de pronto en una ola de ira y destrucción que, para el día en que Hopenhayn firma su texto, había producido 18 muertos, 30 supermercados incendiados, 333 saqueados, 77 estaciones de metro dañadas (41 destruidas parcialmente, 20 incendiadas).

“Chile despertó”, dice la consigna ubicua del estallido chileno. Lo que nos sugiere Hopenhayn es que en realidad Chile llevaba demasiado tiempo de no dormir bien o de no dormir tranquilo, atrapado en los desvelos de una sociedad de clase media, con necesidades y hábitos de consumo de clase media, pero detenida en los ingresos requeridos para ello.

Una sociedad cuyos adultos mayores no alcanzarán las pensiones prometidas por las fallas del sistema de jubilación privado; cuyos jóvenes viven endeudados por haber pagado unos estudios universitarios que no les dieron acceso a los buenos empleos que esperaban; cuyas familias adquirieron hábitos de consumo que pagaron también endeudándose para comprar la casa, el coche, el seguro de vida.

Una sociedad de clase media sobreendeudada y detenida en sus ingresos, una sociedad que vive bien pero intranquila, ansiosa, a la que un aumento de 3% en el metro despierta brusca, malhumoradamente, porque lleva mucho tiempo durmiendo mal, tronándose los dedos por el día de mañana.

Concluye Hopenhayn: “Chile cambió, en tres décadas, de manera acelerada… Generó movilidad social como nunca antes, ensanchó su clase media, produjo un salto cuántico en años de escolaridad y en conectividad digital… Todo eso trajo una espiral de expectativas que el mismo progreso alentó… La movilidad trae expectativas de movilidad… El ‘Chile real’ acumuló bronca porque la democracia no ha sido expediente ni de redistribución del poder ni de redistribución de la riqueza. Una cosa es bajar la pobreza, otra es reducir la desigualdad”.

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