El presidente de Morena Mario Delgado y el coordinador de los diputados Ignacio Mier, esperaron a escuchar la opinión de AMLO sobre este suceso para tomar cartas en el asunto y suspender al eminente pedófilo del ejercicio de sus derechos políticos
De manera secreta, como un rumor que en algunos casos resulta cierto, nos hemos enterado que han existido y existen, en nuestro país, mujeres y hombres del gremio político que tienen preferencias sexuales por las personas de su mismo género. Esto no tiene nada de nocivo mientras la práctica no rebase el ámbito de la vida particular, para que ninguna señora de la Vela Perpetua se escandalice aunque, muchas veces, individuos como los que repudian estén más cerca de ellas de lo que se imaginan.
Lo que no se vale ni en la política ni en ninguna otra actividad humana es la pederastia que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua define así: “1.- Inclinación erótica hacía los niños. 2.- Abuso sexual cometido con niños”. Esta nefanda degeneración acreedora de un castigo ejemplar desgraciadamente sucede hasta en las mejores familias. Pero escandaliza mucho más cuando se da en atribuciones donde debe de imperar la integridad y el decoro, como el ministerio religioso que significa el sacerdocio o el ministerio cívico que significa el quehacer político.
Lo hasta aquí escrito viene al caso por lo que se supo el miércoles de la semana pasada. El diputado federal de Morena, Saúl Benjamín Huerta Corona, quien estaba —pretérito perfecto del verbo ya se chingó— en campaña para la reelección como representante del Distrito XI de Puebla, fue detenido por su presunta responsabilidad en el delito de abuso sexual contra un menor de 15 años.
El modus operandi del diputado de la franja, representante del camote y su mole, era el siguiente. En la entidad poblana reclutaba jovencitos de clase media baja con la promesa de darles trabajo como sus ayudantes en la Honorable Cámara de Diputados. Al elegido, el venerable legislador lo traía a la capital, tal vez lo llevaba un rato a San Lázaro nada más para taparle el ojo al nada macho. Luego iban a un bar donde pedía una bebida a la que él o algún mesero cómplice le agregaba alguna sustancia para que el joven, al tomarla, se sintiera mareado y pidiera ir al hotel donde ya lo esperaba una habitación, previamente reservada por el honorable congresista, con una sola cama donde el egregio parlamentario le hacía tocamientos a su asistente con intenciones de abuso sexual.
El último de sus colaboradores no se dejó. Logró escapar y con la ayuda de trabajadores del hotel que llamaron al 911 el recatado prócer fue aprehendido por elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) quienes lo trasladaron a la Fiscalía de Investigación de Delitos Sexuales en donde demostró ser representante plenipotenciario de los poblanos, mostró su fuero y en menos de 12 horas ya estaba libre.
El presidente de Morena Mario Delgado y el coordinador de los diputados Ignacio Mier, esperaron a escuchar la opinión de AMLO sobre este suceso para tomar cartas en el asunto y suspender al eminente pedófilo del ejercicio de sus derechos políticos. (Que tal si AMLO apoya a Huerta —pensaron— como ha apoyado a Salgado Macedonio y nos quemamos con el jefe).
Asuntos como el aquí tratado le suceden a Morena por elegir candidatos que por algo ya desecharon otros partidos, Huerta Corona fue candidato perdedor del PRI para la alcaldía de la capital poblana en el 2012.
La perla del caso surgió la tarde del miércoles, cuando los reporteros preguntaron a Ignacio Mier, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, si en su opinión Huerta Corona merecía, por este acto, ser desaforado: “No —respondió— porque no lo hizo en su función como diputado lo hizo en su vida personal”. Me quedé sin palabras.
Sólo puedo imaginar, al poblano llevar a San Lázaro al menor. Sentarlo en sus piernas y pedirle que discretamente se deje meter la mano para tocar su pene. “Es que vamos a votar por el artículo décimo tercero transitorio y nos la van a pelar”.