Carlos Manzo murió por abrir la boca y por levantar la voz. Y, por supuesto, murió por declararle la guerra a los criminales
* Al valiente alcalde de Uruapan lo dejaron totalmente solo en su cruzada contra el crimen organizado
* Contaba con una escolta de 14 elementos de la GN que no hicieron nada para evitar su muerte
* ¿Acaso éste es el destino para los políticos independientes que no cuentan con el apoyo de un partido?
UNA RAYA MÁS AL TIGRE.- Volvió a suceder. Una nueva tragedia enluteció a México (más en específico al municipio michoacano de Uruapan) y las víctimas no fueron el alcalde al que le arrebataron la vida a balazos, tampoco lo es su viuda, mucho menos sus dos pequeños que quedaron huérfanos de padre y de ninguna manera los uruapenseas pueden ser considerados agraviados y mancillados. Nada de eso. El perverso golpista Carlos Alberto Manzo Rodríguez se dejó asesinar hace tres noches para desprestigiar a la cuatroté y al impoluto gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla. Ya ni le busquen y mucho menos le rasquen, porque para las fúricas hordas de corazón guinda siempre que ocurra algo malo en el país (un pipazo mortal, el desabasto de medicamentos, muertes, desapariciones, fosas clandestinas… lo que sea) es porque los buitres neoliberales, esos que perdieron sus privilegios, sólo sirven para orquestar complots encaminados a dinamitar a su movimiento y a su santo patrono, el tal señor Obrador.
MATAR AL MENSAJERO.- Carlos Manzo murió por abrir la boca y por levantar la voz. Y, por supuesto, murió por declararle la guerra a los criminales (principalmente a los distintos cárteles de la droga que durante años han sangrado a Michoacán). Y en apenas 14 meses de gestión, eso fue lo que duró en la alcaldía de Uruapan, marcó diferencia. Y la marcó porque se salió de su despacho para acercarse a la ciudadanía y ayudarla y también para hacerles saber que en la presidencia municipal había llegado alguien que estaba dispuesto a entregar la vida para lograr un cambio. Se sabía limitado de recursos (sobre todo humanos y presupuestales). Por eso fue que solicitó ayuda una y otra vez a los Gobiernos federal y estatal. Pero nadie quiso escucharlo, mucho menos auxiliarlo en su peligrosa labor de pacificar a Uruapan. Lo despreciaron, lo menospreciaron, lo ignoraron, lo desestimaron… y ahora es parte de la estadística. De nada sirvió que contara con una escolta de 14 elementos de la Guardia Nacional (GN) y tampoco sirvió de nada que la autoridad contara con videos detallados del sujeto que lo asesinó (que saliendo del hotel, que cuando se metió a un centro comercial, que cuando se cambió de sudadera, que cuando se le acercó y bla-bla-blá). De todos modos lo mataron y nadie hizo absolutamente nada para intentar impedirlo.
EL MISMO CUENTO DE SIEMPRE.- Y para variar, el nado sincronizado institucional con el argumento de que “no habrá impunidad” no se hizo esperar. Pero, la verdad, ya todos sabemos cómo acaba la cosa cuando en este tipo de casos alguien sale a prometer de que se llegará hasta las últimas consecuencias y que el crimen no quedará impune: El esclarecimiento jamás llega y como esta vez abatieron al autor material del magnicidio lo más seguro es que van a optar por aplicar el célebre muerto el perro se acabó la rabia. Además, como plan “B” seguro van a embarrar a su piñata favorita, al expresidente Calderón, ya ven que todo lo malo que sucede en México es por su culpa. Así que el gobernador Ramírez Bedolla y su exsecretario de Seguridad Pública estatal, el general José Alfredo Ortega Reyes, pueden dormir tranquilitos.
LA PREGUNTA DEL MILLÓN.- ¿Quién dio la orden para que los 200 miembros de la Guardia Nacional que llegaron a Uruapan para reforzar la seguridad en este municipio se retiraran a principios de octubre pasado? Esta misma pregunta se la hizo Manzo Rodríguez a las autoridades federales y murió sin conocer la respuesta.
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