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Hace unos meses el Fondo Monetario Internacional (FMI) lanzó una advertencia sobre la trayectoria creciente del déficit fiscal y los niveles de endeudamiento público en Estados Unidos. En este espacio hemos dedicado varias líneas a resaltar los crecientes desequilibrios fiscales del gobierno estadounidense como resultado del agresivo plan de estímulos fiscales implementado a destiempo en el 2018.

De acuerdo con datos del FMI, la deuda pública como porcentaje del PIB en Estados Unidos se incrementará de 107% al cierre del 2016 a 111% en el 2020 y 117% en el 2023, convirtiendo a Estados Unidos en la segunda economía desarrollada más endeudada del mundo, solamente detrás de Japón (236% del PIB).

Para dar un poco de contexto, la relación deuda pública a PIB antes de la crisis del 2008-09 se ubicaba en 65 por ciento. Sin embargo, el problema de endeudamiento no es exclusivo del sector público ya que los niveles de apalancamiento del sector privado también han crecido de manera acelerada. El endeudamiento del sector corporativo no bancario pasó de 40% en el 2010 a 46% en la actualidad,  superando el máximo de 45% establecido en la antesala de la crisis del 2008-09 y en los meses previos a la crisis del 2001. Gran parte de este endeudamiento ha sido utilizado por las empresas para recomprar sus propias acciones y realizar compras apalancadas de competidores. Mientras tanto, después de un largo periodo de contracción a raíz de la crisis del 2008-09, la deuda de los hogares ha venido creciendo constantemente en términos absolutos.

Aunque el crédito total a los hogares como porcentaje del PIB se mantiene considerablemente por debajo de los máximos alcanzados en la crisis del 2008-09 —cuando la deuda de los hogares llegó a 100% del PIB— la deuda de los hogares ha venido creciendo de manera acelerada en términos absolutos en los últimos cinco años.

Al cierre del primer trimestre de este año, el saldo del crédito total a los hogares alcanzó 13.7 billones de dólares, registrando 19 trimestres consecutivos en expansión y superando por casi 1 billón de dólares el máximo registrado en la antesala de la crisis del 2008.

Este crecimiento está relacionado muy de cerca con la recuperación de la confianza de los consumidores que a su vez es consecuencia del aumento en los niveles de empleo y el crecimiento de los salarios.

Asimismo, el crecimiento de la cartera de crédito a los hogares está relacionado con la mayor disposición de los bancos a otorgar préstamos después del largo periodo de restricción crediticia a los hogares que siguió a la crisis.

Sin duda, este incremento en los niveles de endeudamiento ha dado un impulso importante al consumo que sigue siendo el componente más importante de la economía estadounidense. Aunque los niveles de apalancamiento de los hogares se encuentran por debajo de los máximos históricos, las tendencias en los indicadores de cartera vencida han comenzado a mostrar señales de deterioro.

La combinación de una creciente trayectoria de deuda pública y privada en una etapa tan tardía del ciclo de expansión genera cierta preocupación. Mientras el resto de los países de la OCDE está aprovechando esta etapa del ciclo de crecimiento económico para sanear sus finanzas públicas y generar las condiciones para poder implementar estímulos en la siguiente recesión, Estados Unidos parece estar hipotecando la casa para generar crecimiento en el corto plazo, apostando a la falacia de que las finanzas públicas se deterioraran menos de lo esperado ante una mayor actividad económica en el corto plazo. No debemos olvidar que la Gran Recesión del 2008-09 se gestó a partir de una burbuja financiera inflada por el sobreendeudamiento del sector privado en economías avanzadas.