Elecciones 2024
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De los últimos temas tratados por Andrés Manuel López Obrador, elegí dos para comentar en esta columna.

Empezaré por el último, manifestado apenas el pasado sábado, durante su visita a la zona indígena Ejido Nuevo Francisco León, municipio de Ocosingo, estado de Chiapas. Acompañado por el gobernador del estado y por la secretaria del Bienestar, María Luisa Albores, para revisar el Programa Sembrando Vida de árboles frutales y maderables, el tabasqueño expresó: “Tengo prisa para que avancemos lo más que se pueda, que no se las pongamos fácil a los de la mafia del poder, que si ellos vuelven otra vez, que les cueste trabajo echar para atrás lo que se ha avanzado”.

De lo anterior surge una objeción a lo dicho por el jefe del Ejecutivo, él habló de la posible vuelta de la mafia del poder. No habló de resurrección ni de renacimiento. Al afirmar un posible regreso, está implícito que la susodicha mafia no ha sido aniquilada, está viva. Esto significa que AMLO no ha cumplido con lo prometido: “acabar con la mafia del poder”; razón por la que votamos por él más de 30 millones de mexicanos.

La mafia del poder subsiste en gran medida por la voluntad del que prometió exterminarla. Sus miembros están ahí, agazapados, vivitos y desprestigiando a quien les otorgó, a contracorriente de lo que pensamos sus votantes, el punto final, el borrón y cuenta nueva; el inmerecido perdón porque, según lo dijo, el presidente no es un hombre de rencores y el odio —parodiando al clásico— no ha nacido en él. Por este motivo, durante su gobierno, no ha caído en manos de la justicia ningún corrupto de aquellos que señalaba cuando era candidato. De aquellos de los que sabíamos que —no por rencor, no por odio, sino por el afán de hacer justicia— eran candidatos a la prisión.

Por lo que se ha visto en el primer semestre de su régimen, con López Obrador la mafia del poder goza de la misma impunidad de la que siempre ha disfrutado. Además, me parece extraño y prematuro que a cinco años y medio de terminar su período constitucional de gobierno, el Mandatario prevea la posibilidad del retorno de la maligna institución al gobierno, motivo por el cual hoy pide consolidar lo que su administración emprenda. En mi opinión, su administración debería de emprender la captura de los peces gordos de la corrupción, mismos que a través de las redes sociales y algunos medios de comunicación no cesan de atacar a nuestro presidente, agrandando sus errores, respirando por la herida, escondidos en la sombra dispuestos a todo para impedir que la Cuarta Transformación —cualquier cosa que ésta sea— se consolide.

¡Hay chayotes!

El segundo tema tiene que ver con lo expresado por AMLO sobre el grupo de periodistas-columnistas que estuvo bajo el servicio de gobiernos anteriores, específicamente que cobraban en el último gobierno federal. “Se gastaba mucho dinero en el maiceo, en el chayote. Entonces se terminó eso. Ahora tienen financiamiento de otras partes y tienen la consigna de estar en contra nuestra (…) Cobraban por sus servicios en el gobierno y no doy a conocer los datos porque no lo considero sano, pero sabemos por qué esa actitud”. (¿Otra vez punto final y borrón y cuenta nueva? ¿Es más sana la impunidad que la verdad?).

Según sé, el concepto maiceo viene desde la época del porfiriato, cuando alguien mostraba estar en contra de don Porfirio, éste decía: “ese pollo quiere su maíz”. (A algunos les daba maíz a otros les daba en su maíz…). Con la revolución se siguió usando el verbo maicear para denotar una dádiva a cambio de lealtad o como sinónimo de embute.

En este espacio escribí en octubre del 2013 una versión del origen del sustantivo chayote; palabra que en el ambiente periodístico se usa como un presente —por lo general en efectivo— que recibe un reportero o un columnista por expresarse bien de quien se lo da.

En los años sesentas, el gobernador de Tlaxcala, Anselmo Cervantes, invitó a un grupo de reporteros de la Ciudad de México a su entidad para que vieran el sistema de riego con el que su gobierno había dotado a los agricultores locales para beneficio de sus cosechas. Los chicos de la prensa viajaban todos en el mismo autobús por el árido campo tlaxcalteca sin ver ningún verdor ni riego alguno. El jefe de prensa del mandatario recorría el pasillo del vehículo repartiendo sobres entre los pasajeros.

Los viajeros se percataron de que el contenido de los sobres era dinero en efectivo. “Ya vieron –exclamó uno de los periodistas- ¡qué verdes están los chayotes de aquel sembradío!”. Sí, afirmaron todos mientras contaban el dinero que contenían los sobres.

Alguien me contó que la mayoría de los reporteros enviados a cubrir eventos están al pendiente del momento en que se escenificará la “operación chayote”. Maliciosos preguntan: ¿Qué razón me dan de Chayo? ¿No ha llegado Chayito? Cuando la cantidad del dinero del chayote rebasaba las expectativas dicen: “¡Hoy vino doña Rosario!”.

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Soy de la comarca lagunera.