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Tercer día de tener números rojos, los contagios por COVID-19 no ceden y más mexicanos continúan muriendo de una manera desmedida.

En las últimas 24 horas se registraron poco más de 21 mil casos nuevos y mil 400 muertes, según los datos oficiales por parte de la Secretaría de Salud.

No hay curva que nos baje el estrés y la preocupación por un posible contagio y peor aún, la ansiedad por enfrentarnos a una muerte repentina.

La situación que vemos diariamente en los medios y en nuestras propias redes sociales nos hace sentirnos acorralados y sin salida.

Los hospitales se han saturado con tantos pacientes que necesitan ser intubados, muchos han decidido no recibir a quienes ya se encuentran en una etapa muy avanzada del Covid en sus pulmones, han detenido los ingresos y eso ha llevado a más gente a morir en sus casas.

La gente ha comenzado a buscar las formas de sobrevivir y de salvar a sus familiares, la compra y relleno de tanques de oxígeno, la búsqueda de compresores chinos y concentradores o lo que pueda adquirirse por internet se ha convertido en una locura.

No hay hogar que no haya sido afectado por diez meses de pandemia, y enfrentar este tipo de caos los coloca en una situación vulnerable.

Los lugares que ofrecen carga de oxígeno muestran largas filas, gente que decide dormir sobre la banqueta para obtener en alguna oportunidad una recarga que les asegure una ligera esperanza de vida.

Esta fotografía es un reflejo de lo que viven la mayoría de los estados en el país, en principal Ciudad de México, Estado de México, Monterrey y Guadalajara.

Dos mujeres frente a una fila de hombres que también esperan su turno, sin soltar sus respectivos tanques color verde.

En primer plano, vemos a una mujer joven con lentes oscuros y vestida de negro que abraza y se sostiene en el tanque que espera poder rellenar. Su mirada hacia arriba, con los ojos directos y firmes, como si tuviera un pensamiento claro y no lo estuviera diciendo a través de su mirada.

La mujer de atrás, con los brazos cruzados y a diferencia de la joven, su semblante es de preocupación, su ceño fruncido revela su pensamiento de angustia.

Esperar un turno para cargar oxígeno, esperar otro para ser atendido por un doctor que se atreva a ir a tu hogar a revisar tu estado de salud, esperar en un pasillo para ser ingresada a un hospital o esperar en tu cama a que la ambulancia llegue.

¿Y si no llega?

La fotografía de Francisco Guasco de Guadalajara, me traspasa más allá de lo periodístico e informativo, es una especie de reverberación ante la preocupación y el cansancio.

El cansancio de esperar  - ciudad-de-mexico-tanque-oxigeno
Foto de Francisco Guasco / EFE

Estados emocionales con los que hemos venido cargando desde marzo del año pasado y que a estas alturas nos han sobrepasado, así como la enfermedad.

La situación tampoco es de la noche a la mañana, viene de una serie de acciones irresponsables de muchos ciudadanos de salir de viaje, de no haberse detenido en ningún festejo del mes de diciembre o de un “qué tanto es tantito”.

Nos enfrentamos a una situación en donde no hay para dónde hacerse ni en dónde sostenerse. No salir de casa no es opción, porque las cuentas por pagar siguen su marcha, porque los servicios básicos deben de pagarse a tiempo para no quedarse sin ellos y porque la canasta básica también ha ido en aumento.

Salir para sobrevivir, bajo las incongruencias políticas y una pésima estrategia de salud. No tenemos para dónde hacernos, porque como la chica de negro estamos cansados, agobiados, fatigados y enojados; mientras que seguimos preocupados y ansiosos por la salud de nuestros familiares, en especial los mayores, como la mujer de brazos cruzados.

Acorralados en esperar no enfermar, a que los familiares sanen, a que no sean intubados, a que funcionen los concertadores comprados en China, a que no se nos vayan.

No nos queda de otra más que seguir aguardando la esperanza de que esto también pasará.