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De las dos orillas políticas de España llegaron a México en estos días dos voces impertinentes. Impertinentes pero exactas. Más impertinentes acaso entre más exactas. Y más bienvenidas entre más exactas y más impertinentes.

Un día hemos tenido en un coloquio de Puebla el despliegue de inteligencia y elocuencia de Cayetana Álvarez, diputada catalana del Partido Popular, cuyas palabras corrieron por las redes sociales del país con un toque de entusiasmo insólito.

Fue una lección de historia sobre cómo se destruyen las democracias desde dentro y un llamado a la acción de los jóvenes mexicanos para que defiendan lo que quizá están a punto de perder con López Obrador: sus libertades y sus equilibrios democráticos, asuntos que quizá no valoran mucho porque nacieron cuando ya existían, no cuando había que pelear por ellos en tantos países del mundo, en España contra una dictadura, aquí contra una hegemonía autoritaria.

La elegancia persuasiva del discurso de Cayetana, no le quitó un ápice de realismo a su dura advertencia: cuiden lo que tienen antes que deban lamentar que lo han perdido.

De la otra orilla del espectro político español, del presidente de gobierno socialista Pedro Sánchez, llegó también un exhorto, menos seductor, pero no menos duro y cierto.

No en su calidad de presidente de España, sino en su condición de líder de la Internacional socialista europea, Pedro Sánchez advirtió contra el avance del crimen en México como una amenaza inminente, inaceptable, para la democracia, la seguridad y el futuro mexicano.

La resolución de la Internacional Socialista sobre México, pronunciada en Madrid bajo la presidencia de Sánchez, advirtió contra el avance del crimen organizado que podría poner en riesgo las elecciones mexicanas del 2 de junio.

Incluyó un llamado a observadores internacionales y aliados democráticos a vigilar el proceso mexicano para impedir que el crimen lesione la democracia y el futuro de México.

Son las dos voces españolas más impertinentes y más pertinentes que recuerdo, en muchos años, en el largo trato político de la España democrática con México.

Los buenos escritores, decía Unamuno, plagian nuestros sentimientos. Así Cayetana Álvarez y Pedro Sánchez: han plagiado los sentimientos políticos de millones de mexicanos.