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Era el 6 de marzo del año 2010. Soplaba un viento que calaba los huesos y una multitud se mantenía estoica en ese panteón que tan malos recuerdos se recargan en mi memoria.

Fue un día muy especial para mí por varios motivos. Uno: Don Luis Colosio Fernández había muerto y yo acudía a su funeral en esa tierra agreste, con gente cálida y de corazón enorme.

El camposanto de Magdalena de Kino ha sido el que más he visitado en mi vida. Lloro cada vez que lo visito. Ahí me ha tocado ver cómo se desvanecen en la tierra los ataúdes que guardan los restos de personas tan queridas.

Ahora acudía, en compañía de mi hijo Ángel, a despedir a Don Luis Colosio Fernández –padre de Luis Donaldo Colosio Murrieta–, quién siempre nos acogió como parte de su familia.

Con Don Luis Colosio y Doña Ofelia Murrieta, su esposa, festejamos los 50 años de su matrimonio.

Fue una fiesta familiar en el campo, propiedad de Don Luis, cerca de Magdalena, con comida del norte, machaca, tortillas de harina, carne, coyotas y dulces regionales. Amenizó el festejo un grupo de músicos de la región.

Su hijo ya había muerto al igual que se nuera Diana Laura, quienes reposan bajo un mausoleo en el mismo panteón.

Ese 6 de marzo, Magdalena se vistió de luto. Se había ido un muy querido hijo de esa tierra: Don Luis Colosio, quien había gobernado ese municipio, además de haberse desempeñado como secretario de Ganadería del gobierno de Sonora y senador de la Republica.

Vuelvo a la cita del principio, 6 de marzo del 2010, un día muy especial para mí.

Por la mañana, abordábamos en la Ciudad de México un avión que nos llevaría a Hermosillo, Sonora, para luego hacer un recorrido de casi dos horas hasta Magdalena.

Subí apresurada al avión y alcancé a divisar a un personaje; sentado en un asiento de clase turista. Era el licenciado Luis Echeverría Alvarez.

El ex Presidente viajaba para despedir al hombre que se fue con el gran dolor a cuestas de haber perdido a su hijo –asesinado–, candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta.

El licenciado Luis Echeverría, un hombre fuerte, inteligente y con gran lucidez, fue mi interlocutor durante todo el trayecto. Hicimos un alto en el camino para comer, por supuesto una buena machaca con tortillas de harina –“sábanas”, las llaman– y un incomparable corte de carne de Sonora.

Al llegar a Magdalena, nos dirigimos al edificio de la Presidencia Municipal donde se rendiría un homenaje de cuerpo presente a Don Luis Colosio.

De inmediato, la gente que esperaba el féretro se acercó al ex Presidente Echeverria a saludarlo.

El alcalde en turno le ofreció su oficina para que descansara pero rápidamente se formó una larga fila de personas que deseaban saludarlo de mano.

Durante más de una hora estuvo recibiendo gente, y sin querer, asumí –a petición suya– el papel de asistente, pues él quería el registro de los nombres de todos quienes lo procuraban. De regreso a la Ciudad de México, el licenciado Echeverría contestaría con una tarjeta de agradecimiento a cada uno de quienes acudieron a estrechar su mano.

Acto seguido, descendimos al patio central de la Presidencia Municipal donde ya se encontraba el féretro de Don Luis Colosio, para montar una guardia de honor.

De ahí partimos hacia el cementerio.

Cientos de personas aguardaban la llegada de los restos para dar el último adiós a Don Luis Colosio.

Mientras tanto, el ex Presidente Echeverria, sus dos acompañantes, el Coronel Jorge Nuño y su asistente, o sea yo, permanecimos estoicos por espacio de casi dos horas sorteando un viento helado –típico de Magdalena–, hasta que concluyó el homenaje.

Luego de sepultarlo, pasamos a expresar nuestras condolencias a Doña Ofelia, su viuda, y a sus hijos. Todos sumidos en el dolor por la pérdida del cabeza de familia, Don Luis Colosio Fernández.

Entrada la noche, regresamos a Hermosillo para retornar a la Ciudad de México.

Este fue el último viaje en avión que realizó el ex Presidente Luis Echeverria Alvarez.

¡El 6 de marzo del 2010, un día muy especial para mí!

¡Un Don Luis se iba y otro Don Luis lo despedía!

¡Digamos la Verdad!