El nacionalismo mexicano es victimista, antiespañol y antigringo. Es un pilar de nuestra historia patria. Un pilar que los historiadores, los gobiernos y los ciudadanos deberíamos demoler
El uso político de la historia es hipnótico y tóxico. Engaña y enerva.
Especialmente cuando se mezcla con el peor virus de los pueblos que es el nacionalismo. Sea un nacionalismo victimista y xenófobo, como el nuestro, o arrogante y supremacista, como el de los imperios que en el mundo han sido.
El nacionalismo mexicano es victimista, antiespañol y antigringo. Es un pilar de nuestra historia patria. Un pilar que los historiadores, los gobiernos y los ciudadanos deberíamos demoler.
Los agravios nacionalistas dicen algo cierto de nuestro pasado, pero algo profundamente falso y enfermo de nuestro presente. Dicen nuestra reincidencia neurótica en daños y resentimientos de otro tiempo, no del tiempo en que vivimos.
El gobierno mexicano que se va revivió nuestra neurosis histórica antiespañola, exigió a la España de hoy disculpas por hechos de la España de hace 500 años.
España no respondió a la exigencia. El gobierno mexicano decidió castigar ese silencio no turnándole al rey Felipe VI una invitación a la ceremonia de cambio de gobierno, para la toma de posesión de Claudia Sheinbaum.
El gobierno español respondió que si México no invitaba al jefe del Estado español, no enviaría ningún representante a la ceremonia.
Costos y desfiguros de la historia nacionalista, victimista, anacrónica, combatiente. ¿Vale la pena esta querella? ¿Tiene sentido este uso de la historia? ¿Puede sostenerse con un mínimo de honestidad histórica que el monarca de la España actual es responsable de los hechos de la monarquía española de hace 500 años?
Reclámense entonces al gobierno de Biden las barbaridades de la guerra y el despojo territorial de México en 1848.
Y reclámense al gobierno mexicano de hoy la guerra yaqui de Porfirio Díaz, la represión juchiteca de Benito Juárez o la matanza de españoles del cura Hidalgo, Padre de la Patria, en la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato, en 1810.
¿Historia, para qué?, me he preguntado aquí esta semana. Respondo:
Para cualquier cosa, menos para no turnar una invitación al rey de España porque la conquista española de hace 500 años nos agravia, mientras se invita por protocolo a Vladímir Putin, cuya guerra contra Ucrania amenaza la paz mundial y agravia a la humanidad de hoy.