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El 19 de octubre se cumple un mes del sismo que sacudió más que la tierra en buena parte del país. Un sismo que nos dejó muchas cosas: pérdidas humanas, insomnios, angustias y tristezas, pero también una nueva forma de vernos a nosotros mismos.

Porque el sismo, y sobre todo la respuesta al mismo, llegaron unos días después de un 16 de septiembre muy desangelado en el que lo mexicano no pasaba por su mejor momento. Marcada por los casos de corrupción y violencia, la identidad nacional no llamaba a celebrar. En contraste, la reacción de millones de mexicanos a la tragedia (nos) contó una historia distinta, una en la que la solidaridad, la capacidad de autogestión y la entrega fueron las constantes durante muchos días.

¿A un mes de esos hechos qué nos queda? Para muchos ya no hay nada. Incluso no falta quien piensa con cierta sorpresa y desencanto que hemos vuelto a todos los problemas de antes como si no hubiera pasado nada. No lo veo así. En primer lugar porque el sismo no tendría porque haber cambiado a quienes cometían delitos o abusaban de otros desde antes del temblor. Es cierto que la tierra se movió pero no fue una aparición divina ni una revelación colectiva. El que vivía haciendo el mal a otros lo sigue haciendo porque su realidad sigue siendo la misma.

Incluso para aquellos que vivieron experiencias extraordinarias en esos días es natural que la vida se parezca cada vez más a la que tenían antes del 19 de septiembre porque eso es lo normal, buscar de nuevo esa cotidianidad.

Sin embargo yo me apunto entre los que creemos que pese a que mucho de lo que vemos es igual que antes, algo se transformó.

Primero, porque tenemos hoy un relato distinto sobre nosotros mismos. Quizá seamos como antes pero sabemos que podemos ser distintos y eso ya es un cambio. También es un hecho que hay muchos mexicanos que no agotaron su solidaridad sino que en los siguientes días y semanas han dedicado dinero, tiempo y trabajo para ayudar a otros.

Y estoy seguro de que entre los saldos del terrible temblor hay también una nueva y fortalecida conciencia de la importancia de vigilar el dinero público, y que pese a la resistencia de las autoridades, tarde o temprano terminaremos por saber cómo y en qué se va a gastar cada peso que tendrá que ser destinado a la reconstrucción. Porque aunque los gobernantes apuesten a nuestra desmemoria, hay huellas que no se borran, como la que dejó un gobierno que hizo poco por ayudar a la población y que incluso pidió hasta cobijas y lápices que no fue capaz de conseguir o comprar.

Por eso y porque eventos como el sismo marcan a generaciones enteras es que les invito una vez más al #Homenaje19S. Una iniciativa que propone una acción simple pero poderosa: que el próximo jueves 19 de octubre a las 13:14 (hora del sismo) nos reunamos en los lugares de reunión en caso de temblor para guardar tres minutos de silencio con el puño en alto.

¿Para qué? Para recordar a quienes murieron, agradecer a todos los que ayudaron —mexicanos y extranjeros— y pensar en lo que vivimos en ese y en los siguientes días. Porque la memoria también se construye con símbolos y con ritos, y ese homenaje es una oportunidad —sin discursos, sin protagonismos— de recordar lo que fuimos capaces de hacer cuando más hacía falta.

A esta iniciativa que ha ido ganando fuerza en redes ya se han sumado universidades como la Iberoamericana y la del Valle de México, que harán suyo este ejercicio en la Ciudad de México como parte de sus acciones para recordar el 19-S.

También se han generado otras propuestas, como la que convoca el mismo 19 de octubre a las 7 de la noche en el Ángel de la Independencia con una vela, vestidos de blanco y con una carta para un niño, adulto o brigadista. Porque no hay una forma única de conmemorar, de reconocer.

En la era en que vivimos, en que parece que el único tiempo que importa es el presente, es un acto de resistencia pelear por un poco de memoria. Por eso el #Homenaje19S, porque recordar ayuda a sanar, porque hace falta, porque lo merecemos.

@MarioCampos