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La degradación de la nota crediticia de Estados Unidos por parte de Moody’s más que una sorpresa es el recordatorio de la condición que guarda esa economía y lo que ello implica para el ecosistema financiero global.

De hecho, esta calificadora es la única que no se había atrevido a quitar la nota perfecta a la deuda estadounidense, que mantuvo en ese lugar desde 1917, porque Standard & Poor’s lo hizo en el 2011, con un alto precio político, y Fitch Ratings había degradado la nota soberana de Estados Unidos en el 2023.

Ese país ya no tiene la nota perfecta porque sus finanzas se han descompuesto y con eso cae el mito de que el monopolio de la impresión de dólares es infalible.

El nivel de deuda pública de los Estados Unidos alcanza 124% de su Producto Interno Bruto (PIB), que, si bien es menor al alcanzado justo en el proceso de recuperación tras la pandemia, de 130% del PIB en el 2021, el problema es que en tiempos de bonanza no se ve un plan fiscal creíble para corregir sus fallas presupuestales.

Al cierre del año fiscal 2024 el déficit fiscal alcanzó 1.83 trillones de dólares, equivalentes a 6.4% de su PIB, y en la medida que aumente el riesgo de incumplimiento de pago, en esa medida, tiene que incrementarse el premio por el riesgo de tener esa deuda.

El mensaje político es que el gobierno actual, con todo y sus mayorías legislativas, realmente no tiene un plan creíble, confiable y sensato para iniciar un proceso de corrección.

Lo que menos necesita la estrategia fiscal tan agresiva de Donald Trump son estas evidencias de su fracaso que aumentan las dudas sobre su política de choque comercial.

Al final del día, toda la intención de la imposición de aranceles a diestra y siniestra era incrementar los ingresos fiscales externos para bajar la carga impositiva de manera local.

Lo que evidentemente no calculó bien el gobierno del republicano era que los principales afectados eran los consumidores, productores, financieros y hasta políticos locales que han basado su crecimiento en ese modelo de apertura comercial.

Estados Unidos sin la calificación crediticia perfecta tendrá que retener a los inversionistas con tasas de interés más altas, lo que genera un efecto en cascada a otros mercados, como el mexicano, que tienen que alinear sus mayores premios a lo que ocurra con el mercado de bonos del Tesoro estadounidense.

Donald Trump se va a dedicar, como en su momento lo hicieron los demócratas Barack Obama y Joe Biden, a descalificar al mensajero. Las firmas calificadoras son las piñatas favoritas de los degradados, pero es su trabajo.

El punto es que esta llamada de atención no es sólo para la autoridad fiscal estadounidense, controlada por los dictados de Trump, sino también para las decisiones monetarias de la Reserva Federal, que tiene que calibrar el impacto en su calendario de baja en las tasas.

Y de paso en México, el gobierno federal, debería poner sus barbas a remojar, porque aquí lo que sigue en la escala de las calificaciones crediticias es la degradación hasta un nivel de papel basura.

Estados Unidos sin la calificación crediticia perfecta tendrá que retener a los inversionistas con tasas de interés más altas, lo que genera un efecto en cascada a otros mercados, como el mexicano, que tienen que alinear sus mayores premios a lo que ocurra con el mercado de bonos del Tesoro estadounidense.