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Según el Diccionario de Joan Corominas la palabra virus fue incorporada al español hacia el año 1817 proveniente del latín, virus: “zumo”, “ponzoña”. Paradójicamente, la misma fuente afirma que hacia 1435 comenzó a usarse en español el adjetivo virulento, y por el año 1739, el sustantivo virulencia, ambos procedentes del latín y con el mismo significado: “que tiene pus”.

El diccionario de la RAE, define así al sustantivo virus: “organismo de estructura sencilla, compuesto de proteínas y ácidos nucleicos, y capaz de reproducirse sólo en el seno de células vivas específicas, utilizando su metabolismo”. (De esta definición sólo entiendo que el virus, es un “organismo de estructura sencilla”. Imagínese si fuera un organismo de estructura complicada, tal vez el virus ya hubiera acabado con la humanidad; y yo hubiese hecho un coraje de órdago porque recién compré las persianas de mi estudio. Pero pensemos con optimismo, imaginemos que la estructura complicada fuera la de un germen capaz de acabar con la basura existente en el planeta y de terminar con el calentamiento global. Pedir que, además, contagiara a los políticos hasta exterminarlos, sería demasiado).

La Organización Mundial de la Salud (OMS), distingue, según el grado de riesgo y el alcance de transmisión del virus que los produce, tres clases de contagios: endemia, epidemia y pandemia.

Endemia, es el proceso patológico vírico que se mantiene durante mucho tiempo en una zona geográfica. En éste caso la enfermedad es prolongada de nivel estable y controlable, con variaciones estacionales.

Epidemia, es el brote de un virus que se propaga rápidamente. “Se trata de una enfermedad vírica que ataca a un territorio o gran parte de una comunidad, pero sin salir de un país”. (Este virus a su estructura sencilla, agrega un diplomado en División Política de la Tierra).

Pandemia, la enfermedad se produce cuando aparece un virus nuevo —como el coronavirus— capaz de producir casos de contagio de persona a persona. Como el virus es inédito no existe población inmune a él. El contagio se extiende por el orbe y, de no tomarse medidas pertinentes y certeras, puede afectar gravemente a todos los individuos de una localidad omisa a la prevención. (Este virus viaja más que la hija de Romero Deschamps pero sin perros).

A partir del siglo 1517 A.C. en Egipto, la viruela devino en el flagelo patológico más mortífero para la humanidad. De Egipto pasó a la India, los comerciantes hindúes la extendieron a China y de ahí al resto del mundo hasta entonces conocido. En los siglos XI y XII, los cruzados propagan el mal por Europa. La pandemia se volvió inextinguible a pesar de los múltiples intentos por liquidarla.

El médico inglés Edward Jenner (1749-1823), al atender a una joven mujer ordeñadora de vacas, que presentaba pústulas en las manos y que, casualmente, le dijo: “Se que no tengo viruela porque ya me dio viruela bovina”; se interesó en la enfermedad al recordar que en su región natal escuchó decir que quienes contraían viruela bovina se hacían inmunes a la viruela. Con ese pensamiento en mente comenzó a estudiar la relación entre la viruela bovina y la de los humanos. Después de experimentar con animales descubrió que si tomaba extracto de una llaga de viruela bovina y se la inyectaba a un ser humano este quedaba inmune a la viruela.

Comprobó su descubrimiento con seres humanos de distintas edades. La prueba definitiva de que la inoculación con gérmenes de viruela bovina producía la protección contra la mortal viruela humana, la ensayó con su propio hijo de 11 meses.

A su descubrimiento, el científico inglés lo bautizó como “vacuna”, del latín vacca (vaca). Desde 1798 el sustantivo está en el diccionario de la RAE como la sexta acepción del vocablo: “Preparado de antígenos que, aplicado a un organismo, provoca en él una respuesta de defensa”.