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Tal y como dice un viejo dicho popular: El último en enterarse es el cornudo. Así les sucedió al Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México y a la Policía de Investigación de la fiscalía capitalina. Cuando la juez decimosexta penal de la Ciudad de México, emitió la noche del pasado 2 de marzo la orden de aprehensión del exlíder del PRI Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, así como de la diputada del Congreso local Sandra Esther Vaca Cortés y del exsecretario de Finanzas del PRI de la Ciudad de México, Roberto Zamorano Pineda, los presuntos culpables ya habían volado. (Por supuesto que eso de volar es sólo un símil, sobre todo tratándose de Gutiérrez de la Torre, el Príncipe de la Basura como le dicen sus súbditos; 200 kilos de boñiga, como le dicen de cariño todos los que lo odian).

Según el periodista Juan Omar Fierro, del semanario Proceso, el expediente del caso por presunta asociación delictuosa y trata de personas, en la modalidad de publicidad engañosa y explotación sexual agravada, en grado de tentativa, se mantuvo en absoluto sigilo entre el 11 de septiembre del 2020, cuando se anunció la revisión de la averiguación previa, y el 24 de febrero pasado cuando la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México resolvió ejercer acción penal contra Cuauhtémoc (que según los últimos estudios del náhuatl no significa águila que cae, sino elefante que huye).

Durante el lapso señalado la averiguación previa estuvo bajo llave en una oficina privada de la fiscalía. Únicamente ocho personas, entre ministerios públicos, analistas y elementos de la Policía de Investigación (PDI) tenían conocimiento de ésta diligencia. Pero una vez que el documento de consignación llegó a funcionarios de alto nivel del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, presidido por Rafael Guerra Álvarez, así como a la juez de turno especializada en el sistema penal inquisitorio, la seguridad del pliego quedó en peligro de conocerse. (¿Quién fue el traidor? ¿Cuánto le dieron? ¿Cobró por kilo?)

También un grupo especial de la PDI que vigilaba algunos de los domicilios de los presuntos implicados desde que se reactivó la indagatoria, percibieron movimientos inusuales, a partir del 26 de febrero, en las ubicaciones custodiadas, pero esta información apenas se conoce ahora a toro —¿búfalo?— pasado.

A partir de que se consignó la acusación, transcurrieron siete días para que se emitiera la orden de aprehensión. Tiempo suficiente para huir a cualquier parte del mundo.

Eso sí, la huida y el ocultamiento del Príncipe de la Basura, debido a la dilatada dimensión de su cuerpo, no es nada fácil. Si huye (o huyó) en avión tendrá o tuvo que comprar dos asientos, cosa que no es muy común y, por lo mismo, llamará o llamó la atención de cualquier compañía aérea o agencia de viajes donde los haya comprado.

Supongamos que logra salir de México, tendrá que refugiarse en un país donde abunde la gente obesa. Según el ranking mundial el primer lugar en gordos lo tiene China, ahí es posible que con rasgarse los ojos y aprender el mandarín pueda pasar desapercibido. El segundo lugar en obesidad es Estados Unidos, ahí, aunque se pintara el cabello de rubio, lo confundirían con un indocumentado gordo.

Podría recurrir a la liposucción pero le diría el doctor: Lo más que puedo hacer por usted es quitarle la grasa de los cachetes y de la papada en tres intervenciones. En cuanto al vientre tendría yo que conseguir la succionadora termobárica que sólo existe en Rusia y quedaría el problema de qué hacer con los pellejos, probablemente le impedirían correr.

Según una fuente muy cercana —a su barriga— parece ser que Gutiérrez de la Torre ya aceptó entrar a un programa… ¿de testigos protegidos? No. Al programa de kilos mortales.

Arturo Castro

Músico, compositor, cantante y querido amigo, descansa en paz.