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Dados los tiempos difíciles que corren, los gastos de un funeral resultan bastante onerosos.

Habrá que cuantificar todo lo que implica dejar este mundo. La cuenta, obvio, la asumen los dolientes. El muerto se va, pero deja enormes herencias en deudas incuantificables que alguien tiene que solventar.

México languidece frente al inminente deceso de este sexenio.

Una sociedad que sufre los embates de una economía precaria sufre del abandono de un gobierno que la dejó sin las atenciones básicas para librarla de la fiebre del abuso, la violencia, la criminalidad, la corrupción y la impunidad, presencia hoy, el triste desdoro de la institución en la que creyó: el presidente de la República.

El responsable de conducir los destinos del país se desafana de las enfermedades que aquejan a sus gobernados y se dispone a nadar de muertito para no ahogarse, pero su fin lo alcanzó.

Los grandes esfuerzos para subsistir a las calamidades corren a cargo de los dolientes mexicanos que gastaron sus ahorros de confianza en un enfermo terminal: un régimen político que acrecentó la distancia entre los muchos pobres y los pocos ricos.

El régimen que termina se dedicó a exaltar las apariencias de una vida tranquila, segura, feliz y democrática que no corresponde a la realidad del país; un país que padece hambre, frío, gripa, injusticia –porque la ley se aplica a modo–, padece también el desvanecimiento de un sistema democrático que no alcanzó a dar frutos para alimentar ciudadanos con igualdad de oportunidades en la salud, la alimentación, la educación, techo y trabajo digno.

Deja como herencia un gran rezago social en un México habitado por 120 millones de seres que claman plenos derechos y formar parte de esta tierra suya donde nacieron y vivirán sus hijos. Es una herencia de enormes deudas que les tocará sin duda, solventar a los dolientes mexicanos.

Otros pendientes confirman la inenarrable herencia de Enrique Peña Nieto: obras de infraestructura defectuosa e inconclusas. Para muestra, el tren México-Toluca, otra el Paso Exprés de Cuernavaca que terminó en socavón y mató a dos personas y, qué decir de la magna obra emblemática de su gobierno: el Aeropuerto Internacional de México que hoy es velada en la funeraria que se encargará también de enterrarla.

Herencias muy costosas son otras también; el pago por la vergüenza de haber permitido tanta tropelía e irresponsabilidad en el manejo del patrimonio nacional.

¿Cuánto costó morirse estos 6 años?

Los restos de este sexenio irán a dar al camposanto donde descansan los difuntos que dejaron mucho a deber.

Sin flores, ni llantos, ni rezos ni luto, llegamos a las exequias de un tiempo sin nombre.

Qué triste pero…

¡Digamos la Verdad!