Elecciones 2024
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Mariano Morales escribe: “Es claro que el avión de Evo debe ser más modesto que el de Peña. Bolivia es diez veces más pequeña que México y su PIB es una miseria. Solo la masa ignorante y resentida pudo elegirlo presidente. No trates de poner a Evo como muy bueno y modesto. No lo es. Un valiente controla sus miedos, no se arrastra a las primeras de cambio. ¿O tú también te vas a poner al servicio del cobarde matoncito? ¿Qué pasó, Carlitos? ¡Firmes!”. Mary reprocha: “¿Peña necesitaba viajar con 229 personas? ¡Eres muy necio hasta el hartazgo en tus defensas de lo indefendible! Es una estupidez haber tenido un avión enorme en este país. Ahora que no se puede vender, ¡a quien criticas es a Andrés!”. Eduardo García: “Creo que el avión que usted refiere fue un 757, no un 727. Si mal no recuerdo el 727 se usó desde JLP, quien lo llegó a pilotar brevemente. Creo también que todos estos aún están en uso por la FAM”.

En el mismo orden: lo de Evo fue porque, efectivamente, en un avión ejecutivo se puede trabajar, es una oficina presidencial volante, y en un “país de pobres” necesitó un avión “de ricos” porque el que heredó estaba ya tan destartalado como el presidencial que todavía utilizó Calderón. Peña jamás viajó con tantas personas (hasta 230) como las que pudo transportar el TP01, pues fue adaptado para un máximo de 80, y Mary vuela con una imaginaria defensa de lo indefendible y su reclamo de que a quien criticas es a Andrés (ignoro por qué lo alude con tan igualada familiaridad, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador no figura en el texto que la indignó). Finalmente, bien pude confundirme con los modelos 757 y 727 de la Boeing.

Con el fracaso de la oferta de venta del aparato que, como dijo mi compañero en MILENIO Tv “el gobierno federal mandó a volar el 3 de diciembre de 2018” y que regresará “al mismo aeropuerto del que salió y al mismo hangar en que se remodeló”, no sobra recordar que el mismo periodista publicó aquí (18 de julio de 2018) que Peña Nieto, en septiembre de 2015 y “ante las críticas por su adquisición”, solicitó a Ascend FlightGlobal Consultancy ver la conveniencia de venderlo, resultando que lo mejor era conservarlo, o de lo contrario se perdería mucho dinero. Alejandro Domínguez habló con Daniel Hall, el especialista que hizo la tarea, quien concluyó que la pérdida sería de algo más de 76 millones de dólares.

Aquellos cálculos estuvieron muy cerca de la realidad. El estudio proyectaba que el avión, que costó 218.7 millones de dólares, en 2017 costaría 163.2; en 2018, 152.7 millones y en 2019, 141.4 millones de dólares.

Hoy la cosa es pior: el gobierno cree poder venderlo… por 11 menos: tristes 130 millones de dólares.Ya ni llorar es bueno, de lo perdido lo hallado, y lo que caiga en los remates no sobrará para “devolver al pueblo lo robado” que los ladrones, por cierto y por fortuna, tuvieron el detalle de dejarle a López Obrador para que con el desairado avión presidencial haga lo que, por desgracia, está haciendo.

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