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Es muy difícil encontrar referencias serias, creíbles, sobre la situación económica en las declaraciones oficiales, al menos en las que cada mañana se lanzan desde Palacio Nacional y que monopolizan la comunicación de la 4T.

Los datos se mantienen disponibles, en especial de las entidades autónomas, como el Inegi o el Banco de México, incluso los reportes de la Secretaría de Hacienda sobre la situación fiscal son fuentes confiables para seguir el comportamiento de la economía.

Pero cuando la economía está en evidente recesión, la peor en casi un siglo en nuestro país, y desde la tribuna presidencial el mensaje es que vamos requetebién y que pronto se recuperarán los empleos perdidos, la realidad es que es una voz que se anula para los que buscan veracidad en la información económica.

Por eso, cuando es el propio presidente Andrés Manuel López Obrador el que desliza esa declaración de que no podemos descartar una nueva crisis económica en México, hay que tomarlo en serio.

Que a López Obrador se le salga adelantar la posibilidad de una complicación económica, que lo diga en época electoral, que contradiga su permanente discurso triunfalista, sí que llama la atención.

¿Puede México verse enredado en una nueva caída económica o en una crisis financiera? La realidad es que sí es posible.

Difícilmente podría ser por cuestiones externas, como lo quiere matizar el propio López Obrador. La realidad es que después de la profunda recesión global del año pasado, derivada de la pandemia, lo que se ve en los países desarrollados, y en muchas economías emergentes, es una recuperación sostenida.

Claro, todo depende de factores tan imponderables como que funcionen bien las vacunas, que se puedan normalizar las actividades económicas. Que no haya una nueva cepa del SARS-CoV-2 que implique un retroceso. Y de paso que Rusia y Estados Unidos no escalen sus conflictos.

Pero, para la suerte externa de México, lo previsible es que la economía estadounidense repunte de forma sostenida durante los próximos años. Así que no sería una crisis externa.

Lo que puede provocar una crisis en México, más bien de corte financiero, tiene que ver con situaciones meramente internas y que nada tengan que ver con cuestiones sanitarias. La insistencia de la 4T de llevar a cabo una contrarreforma energética, esa acción de minar la confianza empresarial, incluso con ese intento de socavar la autonomía del poder judicial, es ahí donde se ven los mayores riesgos.

La posible degradación de las calificaciones de la deuda mexicana pesaría enormemente. Una caída drástica en los ingresos fiscales, sin una reducción en los gastos asistencialistas del gobierno y sin fuentes emergentes de financiamiento, podrían implicar desequilibrios que no gusten a los mercados y entonces que haya consecuencias financieras.

Entonces, sí es posible que se pueda presentar una de esas crisis que se parezca más a las caídas de los sexenios populistas del siglo pasado, cuando había devaluaciones, inflación, altas tasas de interés.

El riesgo ha estado ahí latente ante muchas de las políticas de esta administración, lo verdaderamente nuevo, y preocupante, es que sea el propio presidente Andrés Manuel López Obrador quien lo advierta.