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La actividad económica en México, que comenzó a desacelerarse en la segunda mitad del 2018, está totalmente estancada y la perspectiva de crecimiento para el 2020 —que el consenso de expectativas ubica en 1.2%— corre el riesgo de ser revisada a la baja.

Dado este contexto, el gobierno ha comenzado a cambiar su narrativa sobre el crecimiento económico afirmando que éste no importa y que lo realmente relevante es el desarrollo y el bienestar.

Para entender esta afirmación resulta crucial entender realmente lo que significan el crecimiento y el desarrollo. En términos generales, el crecimiento económico —cuya medida tradicional es el Producto Interno Bruto— mide el cambio en la actividad productiva y se obtiene al sumar cuánto valen en pesos todos los bienes y servicios de consumo final que se producen en un periodo en comparación con el periodo anterior.

Por otro lado, el desarrollo y el bienestar dependen del nivel de vida de las personas. Parte de la nueva narrativa del gobierno argumenta que el crecimiento económico es simplemente “hacer dinero, pero no necesariamente distribuirlo”.

Para enmarcar mejor esta discusión, vale la pena hacer referencia a un estudio comisionado por el Banco Mundial y encabezado por el economista Michael Spence —galardonado con el Premio Nobel de Economía en el 2001 junto con Joseph Stieglitz y George Akerlof— enfocado en el impacto del crecimiento económico en la pobreza y el desarrollo.

En dicho estudio, una de las principales conclusiones es que el crecimiento económico va mucho más allá de “hacer dinero” y es en realidad evidencia de una sociedad haciendo las cosas bien.

“Conforme la economía crece, la sociedad se vuelve más organizada e integrada. Una economía en crecimiento es una donde los recursos están mejor empleados y las nuevas tecnologías son dominadas y avanzadas”.

Los estudios de la comisión se enfocaron en los 13 países que han logrado un crecimiento económico sostenido de por lo menos 7% anual durante 25 años: Botswana, Brasil, China, Hong Kong, China, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Oman, Singapur, Taiwan y Tailandia.

Los modelos económicos de estos países durante el periodo de crecimiento compartían las siguientes características: altos niveles de inversión doméstica, apertura a la inversión extranjera directa y acceso a mercados globales. A pesar de las similitudes, solamente Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Singapur y Taiwan lograron realmente graduarse de países en vías de desarrollo a países con niveles de bienestar de economías desarrolladas.

Además de las características enumeradas anteriormente, estos países compartían los siguientes aspectos: altos niveles de inversión; un marco regulatorio adecuado que garantiza los derechos de propiedad y fomenta la competencia y la innovación; políticas públicas que garantizan la estabilidad macroeconómica y fomentan la inversión; y un buen sistema de educación y capacitación.

Desafortunadamente, en nuestro país algunas de estas características parecen volverse cada vez más elusivas. Aunque el gobierno tiene cierta razón al afirmar que el crecimiento no es una condición suficiente para generar desarrollo, se equivoca al no reconocer que es una condición necesaria.