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La semana pasada el presidente López Obrador declaró que la corrupción es una enfermedad y sugirió, para rescatar a los que la padecen, la creación de una asociación que brinde terapias.

“Debe crearse un grupo de terapias que dé tratamiento a quienes padecen la enfermedad de la corrupción y no lo reconocen, para aceptar que tienen ese problema” —propuso el Mandatario.

Cuando leí lo anterior, pensé dos cosas: Una, si la corrupción es una enfermedad, en México ya devino en epidemia. La otra fue que para combatir el mal sería conveniente crear grupos de autoayuda como los de Alcohólicos Anónimos, que funcionan a base de que sus miembros compartan, a través de la constante comunicación, su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver el problema común y que siguen un programa —forma de vida— llamado de los 12 Pasos. Los grupos de AA han comprobado desde su fundación en 1935 su eficacia; de forma tal que se ha adaptado el método de la comunicación de experiencias recíprocas y  el plan de los 12 Pasos como mitigante de otras adicciones.

Las adicciones pueden ser hacia una substancia, una actividad o una conducta. Hay adicciones a las drogas, al juego, al sexo, a la comida, al trabajo, a las compras, al deporte y hasta a los videojuegos y, próximamente, serán catalogadas como adicciones el uso constante del teléfono celular, el internet y la redes sociales.

Aunque ninguna institución dedicada a la psicología o a la psiquiatría, ni la Organización Mundial de la Salud (OMS), dependencia de las Naciones Unidas, ha reconocido a la corrupción como enfermedad ni como una adicción que a la larga perjudique a quienes la practican, por ser una actividad depredadora que daña al prójimo de quien la ejerce, me parece que, hasta cierto punto, es válida la percepción con la que yo interpreto la visión de Andrés Manuel López Obrador respecto a la corrupción y la manera de atenuarla. Con un tremendo pero, ¿quién admitirá —como dice el Primer Paso del programa— que su afán por corromperse provocó que su vida se volviera ingobernable?

Se me ocurre adaptar los once pasos restantes para alguien que admitiera ser Corrupto Anónimo. Segundo Paso: Llegar al convencimiento que un Poder Superior —cualquiera que éste sea, tal y como lo conciba el practicante, desde la Santísima Trinidad hasta el Presidente de la República— podría devolverle el sano juicio, es decir: volverlo honrado. Tercer Paso: Una vez que la honradez retornó a su vida, el ejecutante del planteamiento de los 12 Pasos debe poner su vida y su voluntad al cuidado del Poder Superior concebido. En el supuesto caso que éste sea el Presidente de la República, habrá que tener precaución de que no le dé un puesto donde pueda recaer. Cuarto Paso: Sin miedo, el CA —corrupto anónimo— debe hacer un inventario moral de sí mismo, sin soslayar su 3 de 3 y sus declaraciones de impuestos. Quinto Paso: Admitir ante el Poder Superior, ante sí mismo y ante otro ser humano sus faltas. Este paso es muy eficaz siempre y cuando el otro ser humano no sea un Agente del Ministerio Público. Sexto Paso: El postulante a la honradez debe estar enteramente dispuesto a dejar que el Poder Superior y el Fiscal General de la República lo liberen de sus culpas. Séptimo Paso: Humildemente se le pide a las mismas instancias del paso anterior que lo libere de sus deficiencias morales. Octavo Paso: Hacer una lista de las personas ofendidas por su adicción a la corrupción y estar dispuesto a reparar el daño causado. (Si se trata de devolver lo robado va a haber deserción en el grupo. Entre los corruptos por encima de los 12 Pasos siempre imperará la ley de lo caído caído). Noveno Paso: Reparar directamente el daño causado, excepto cuando hacerlo implicara un peligro para los perjudicados o para el perpetrador. Este paso anula al anterior. Reconocer una culpabilidad en materia de corrupción por mucho que implique reparar un daño conlleva un serio peligro para el corrupto. Décimo Paso: Continuar haciendo el inventario moral diariamente sin fingir demencia, o dicho de otra manera: sin hacerse pendejo. Undécimo Paso: A través de la oración, la meditación y la grilla, mejorar nuestro contacto con el Poder Superior, sobre todo si éste es el Presidente de la República. Duodécimo Paso: Habiendo obtenido el despertar a la honradez como resultado de estos pasos, se debe llevar este mensaje a los compañeros de partido que aún no hayan desertado o que estén en la cárcel.

En los grupos de autoayuda existen los padrinos, adictos con mayor tiempo limpios y con mejor conocimiento del programa. A ellos recurren los adictos recién iniciados para recibir consejos: Padrino, tengo miedo de recaer. No tengas miedo, tenle fe a tu Poder Superior. ¿Y si recaigo? Si recaes vas a tener que mocharte con tu padrino para recaer juntos.

Tal vez al leer lo anterior algunos piensen que mi escrito es una burla a lo dicho por AMLO. Lo acepto, es una guasa, pero que conste que yo no empecé.

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Mi abuelo llegó a los 104 años y se fumaba dos cajetillas de cigarros diariamente; se bebía una botella de whisky todas las noches y comía mariscos tres veces a la semana. Lo tuvimos que matar porque nos salía carísimo.

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