Elecciones 2024
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Los mexicanos tenemos tal conciencia de que somos un país corrupto que ya nadie se sorprende al saber que en el último Índice de la Corrupción publicado por Transparencia Internacional y Transparencia Mexicana, México bajó un punto –de 30 a 29- en una escala que va de cero a cien. Obvio que cero es para el país con mayor corrupción y cien para el mejor evaluado.

Nuestro país se ubica en el lugar 135 de 180 países valorados. Como nadie es perfecto ningún país alcanzó los 100 puntos de calificación. La tabla de posiciones la encabezan Nueva Zelandia con 89 puntos  y Dinamarca con 88. En lo más bajo de la tabla –a punto de irse al descenso- están Siria, Sudán del Sur y Somalia con 14, 12 y 9 puntos, respectivamente. Basta hacer una simple operación matemática para darse cuenta que México está a 60 puntos del líder y sólo a 20 del colero.

En otro orden de conformismo, al examinar los resultados del Índice percibimos que más de dos tercios de los países examinados obtuvieron una calificación de 50 o menos. Mal de muchos, consuelo de corruptos.

Monsivasiana

Recién cayó en mis manos un libro con los mejores consejos de la Doctora Ilustración, parodia de la Doctora Corazón que Carlos Monsiváis, con su acostumbrada ironía, publicó desde finales de los sesenta y hasta 1981 en el suplemento La Cultura en México de la revista Siempre! El libro está prologado por el doctor Lorenzo Meyer quien recuerda una frase de la ínclita doctora: “Yo quisiera saber quién fue el hijo de la chingada que anduvo corriendo el rumor de que yo era insobornable”.

Entre los asuntos presentados en el precitado libro hay uno que viene al caso del tema de esta columna. Lo reproduzco para regocijo de los lectores y para complacencia del pluriempleado que escribe lo que usted lee quien, por no saber decir no, está atosigado de trabajo.

“Monumento público en loor del uso debido del punto y coma: No crea, eso de la corrupción me tiene bien preocupado. Es que ni adónde voltear. Fraudes por aquí, fraudes por allá, comandantes policíacos, funcionarios públicos, curas que fundan industria en el estado de Hidalgo, todos a una. Con decirle que ya la mordida parece un acto de obediencia fiscal sin la mínima importancia porque el fisco, también, somos todos. Se han buscado soluciones de toda índole, se anuncian las medidas Depuradoras y el Régimen de Austeridad y nada sucede… ¿por qué? Puesto a investigar –tengo 23 plazas de asesor en diversas secretarías de Estado y eso me permite vivir sin tanto asedio del hambre- caí en una conclusión: nos molesta la corrupción porque la bautizamos de mal modo y le pusimos un nombre muy negativo. Dígame si no: todos somos corruptos, ¿no?, la corrupción es inevitable, ¿no?, nadie ha encontrado una solución para el problema, ¿no?, es un rasgo secular de nuestro pueblo, ¿no? Entonces, ¿por qué no cambiar de actitud ante la corrupción? Dice el dicho: si la montaña no va a Mahoma, Mahoma organizará con algunos funcionarios una compañía para talar los bosques de la montaña. Así mero: si la corrupción sigue y se acrecienta, es mejor tratarla bien y con mimo para que nadie salga perdiendo.

“Por eso, y aprovechando el auge que su sección tiene entre quienes no la leen, quisiera proponer una campaña nacional para cambiarle de nombre a la corrupción.

“Hay varias posibilidades. Por ejemplo: ‘Equilibrio social’, ‘lesa humanidad’, ‘honestidad mal interpretada’, etcétera. Hasta ahora, el término que atrae más y que consigue más apoyos es ‘moral nueva’. A mí no me gusta porque sigue remitiéndolo todo al asunto ético y tampoco es cosa de volver a lo mismo. En lo personal, yo estoy a favor de que, de ahora en adelante, a la corrupción se le llame ‘redistribución’. Que ya no se diga ‘Fulano es corrupto’, sino ‘A Fulano le tocó la redistribución’. Que el grito clásico ya no sea ‘¡No me repriman. Corrómpanme!’, sino ‘¡No incites mi vano heroísmo. Redistribuyan!’.

“Halagada, estimulada semánticamente, llena de elogios que todo nuevo nombre trae consigo, la corrupción, para empezar, cambiará de maneras. Se acabarán sentimientos de culpa, complejos, manías persecutorias, angustias ante la presencia de quienes no sean policías, etcétera (…) No es lo mismo ser ‘el más corrupto’ que ‘el más redistribuido’. Por otra parte, el nombre de ‘redistribución’ se tardará su tiempo en hacerse de mala fama, y por lo menos una generación crecerá sin sentir que vive en un país ‘redistribuido’ (no ‘corrupto’). ¿Qué le parece mi campaña? Firmado: El que Esté Libre de Fraude que Arroje el Primer Millón.

“Querido El que Esté Libre de Fraude que Arroje el Primer Millón: No está mal. Tampoco me entusiasma. Mire usted: me llevó mi tiempo aceptarme corrupta y no quiero empezar de nuevo a mi edad. Pero en fin, no me opongo, sólo que necesito un dinerito para empezar la campaña. Suya en la cuenta bancaria. Doctora Ilustración”.

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