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Ayer tuve el privilegio de dialogar en público con mi compañero de páginas Ricardo Alemán. Hablamos de la eventual llegada de Eduardo Medina Mora a la Suprema Corte de Justicia.

Tal como escribió aquí el lunes, Ricardo criticó que el presidente Peña Nieto incluyera en la terna al embajador de México en Estados Unidos y ex procurador general de la República. Su argumento es, a grandes rasgos, que el Presidente estaba promoviendo a un amigo. Y que eso era una falta de recato y pudor, independientemente de la legalidad y el desenlace que tuviera la promoción de Medina Mora (que, como se propuso aquí el lunes, prosperó con el respaldo del PAN: 83 votos contra 35). 

Discrepo en esta ocasión con Ricardo. Primero, porque en esa lógica, Enrique Peña Nieto, como Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Carlos Salinas, etcétera, gobierna con sus amigos Miguel Ángel Osorio Chong, Luis Miranda, Gerardo Ruiz Esparza, Enrique Martínez y Martínez, Luis Videgaray, Emilio Chuayffet, David López (hasta hace días director de Comunicación Social). La brothercracia, en fin. 

Pero más allá de eso, ¿qué significaba en este capítulo promover a un amigo? ¿Descartar una mejor opción en aras de la amistad, el cuatismo? ¿Quién era la mejor opción en lugar de Medina Mora? ¿Qué abogado, jurista, magistrado de alto nivel reclamó que lo dejaran al margen para abrirle paso a un abogado-político? 

Y, sobre todo, me resulta secundaria la nominación de un amigo cuando la última palabra era del Senado. ¿Por qué seguir analizando nuestro sistema como si se tratara de una monarquía? Creo que de haberse formado una genuina y robusta oposición social, Medina Mora habría sido rechazado por los senadores. Nominarlo implicaba la posibilidad de un revés sonoro. Con la derrota de Medina Mora, el Presidente perdería más de lo que probablemente haya ganado. Tomó el riesgo y ganó. 

Me cuesta comprender, además, qué gana el presidente Peña Nieto con Medina Mora como uno de los 11 ministros de la Corte. ¿Rompe una composición desfavorable? ¿Compra impunidad, presente y futura? ¿O simplemente le complace un capricho a un cuate? 

No creo que esta haya sido una historia de amigos. Pienso que se juntaron el anhelo de un buen funcionario, no priísta y bien evaluado, con una carta que en Los Pinos consideraron idónea, viable y que tenía el componente adicional de medir fuerzas con el Legislativo. Y de medir el músculo de Los Pinos después del invierno horribilis. 

Y ya que hablamos de amigos, ¿a qué clase de amistad nos referimos? ¿La de la primera ley de Cicerón, que consiste en pedir a los amigos cosas honestas? ¿O la de Emerson: el que cuenta con un millar de amigos, no tiene un solo amigo que lo custodie? 

Con todo respeto. 

MENOS DE 140. David López pisa hoy territorio sinaloense. Dicen por allá que con un pie en el 2015 y otro en el 16. 

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