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En 1973, Chile tenía un PIB per cápita de 1,640 dólares. En 1989, el último año de la dictadura pinochetista, el ingreso per cápita era de 2,494 dólares, muy parecido al promedio de América Latina. En el 2018, luego de 28 años de democracia, este indicador había crecido en Chile hasta 15,923 dólares, mientras que en la región latinoamericana el promedio apenas llegó a 9,023 dólares, según el Banco Mundial.

Cifras como ésta explican el porqué se habla de un milagro económico chileno. El país andino se convirtió en referencia latinoamericana. La estabilidad relativa de su desempeño económico contrastaba con la montaña rusa de su vecina Argentina, el desastre venezolano y las dificultades para lograr y sostener crecimiento de los países más grandes de la región, Brasil y México.

No fue la dictadura la que produjo el despegue económico chileno, sino la democracia que supo mantener en lo esencial el modelo neoliberal que nació con los Chicago Boys de la dictadura. En Chile cambió el régimen político, pero hubo una continuidad en el programa económico, aunque se introdujeron reformas sociales importantes que permitieron reducir la pobreza extrema a menos de 5% del total de la población. Esto es uno de los menores porcentajes de la región, similar al que tienen los países desarrollados.

¿Por qué las protestas tan intensas, si todo iba tan bien? La causa visible es el incremento de las tarifas del metro en Santiago y el torpe manejo político del presidente, Sebastián Piñera. Como a nadie le basta esto como explicación, estamos asistiendo a una explosión de hipótesis de expertos, donde algunos arrogantes se atreven a decir que “ya lo veían venir”. Fareed Zakaria lo atribuye a la reducción del crecimiento económico. En los años 90 del siglo pasado, Chile crecía 6 por ciento. En la primera década de este siglo, el ritmo de crecimiento había bajado a 4%, ahora está en 2 por ciento. Según Zakaria, esta reducción del crecimiento es un factor común en todos los países donde hay protestas: Francia, Hong Kong y Líbano, por ejemplo.

¿De verdad, es la economía, estúpido? Podríamos preguntar, parafraseando el eslogan con el que Bill Clinton derrotó a George Bush padre, en 1992. Cuidado con pensar que la explicación está en el PIB o en el PIB per cápita, nos advierte Jeffrey Sachs, uno de los mayores expertos mundiales en temas como crisis económicas y pobreza.

Las mediciones económicas tradicionales no sirven para pulsar el estado de ánimo de una sociedad, explica Sachs. El PIB nos habla del desempeño económico agregado, pero no sirve para diagnosticar la dinámica social. El PIB per cápita nos dice del promedio, pero nada de la sensación de vulnerabilidad financiera de la población, tampoco de si las personas perciben que la sociedad es justa o injusta en la retribución económica del esfuerzo.

El crecimiento de Chile no fue acompañado de un proceso de redistribución de la riqueza ni hizo gran cosa por reducir lastres como la discriminación de oportunidades de la población con rasgos indígenas. Es el país con el mayor nivel de desigualdad entre los miembros de la OCDE. El 1% más rico tiene 26% de la riqueza del país, mientras que a 50% de los hogares de menores ingresos sólo le corresponde 2.1 por ciento.

El éxito chileno es, en cierto sentido, un misterio, pero también las protestas, ¿Por qué estallaron ahora y no hace 10 o 20 años, cuando muchas cosas estaban peor?