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Como la del jabonero, en las casas periodísticas de pedigrí se dan hilarantes resbalones.

Una es la agencia AP, a quien los oficiantes debemos algunos
de los mejores ejemplos de entrada noticiosa:

Washington, viernes, abril 14 de 1865, AP.- El presidente fue baleado en un teatro esta noche y se cree que está mortalmente herido.

Así rezó el primer párrafo (viene en mi Manual de periodismo, RHM-Grijalbo) del texto en que (ante el riesgo de que los apaches o los confederados tiraran los postes del telégrafo) sobraba escribir Abraham Lincoln, que el teatro era el Ford, o que el matón era John Wilkes Booth.

Pero si el Washington Post vivió la vergüenza (1980) de que su ganadora del Pulitzer Janet Cooke tuviera que devolver el premio porque un reportaje resultó ser puro cuento, y si el New York Times inventó (1999) una hija al divisionario Enrique Cervantes Aguirre, ¿por qué AP no iba a ser chamaqueda este martes con la “revelación” de la vieja especie de que los asesinos de Los 43 fueron “torturados”, pese a que por más de un año se negaron a que se les practicara el Protocolo de Estambul…?

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