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LIC. SERGIO GUTIÉRREZ LUNA,

PRESIDENTE,

CÁMARA DE DIPUTADOS:

¡Vaya espectáculo político nos dio en la semana la mayoría cuatroteista del Legislativo!

Como era de esperar, salió a relucir que por lo menos una veintena de candidatos a cargos en el Poder Judicial son de dudosa reputación, cuando ya están impresas las boletas. El senador Gerardo Fernández Noroña salió con un parche urgente, indicando que en caso de que alguno de dicha veintena resultara ganador, el Tribunal Electoral podría bajarlo de la contienda o bien lo podrá hacer el INE, si alguien lo impugna. O sea, a posteriori.

Miles de veces se les dijo que intereses oscuros y el narco se podían colar en las candidaturas si el proceso no se hacía con calma y con más rigor, pero la 4T siguió adelante con su aplanadora.

El segundo espectáculo tuvo lugar con motivo del spot del gobierno estadounidense sobre los migrantes, el cual fue transmitido en medios nacionales. No niego que el contenido del spot es criticable e indignante, pero rápidamente la 4T se sacó de la manga la todavía inacabada reforma a la Ley de Telecomunicaciones. En fast-track fue aprobada en comisiones y los morenistas ya la querían votar hoy mismo, cuando varios -entre ellos la presidenta Sheinbaum– se dieron cuenta de que atentaba contra la libertad de expresión y daba facultades al gobierno de censurar las plataformas digitales.

Nuestra mandataria solicitó que se revisara la ley antes de la votación, pues la intención no era contar con un instrumento autoritario, sino evitar propaganda denigrante; no obstante, no faltó la resistencia por parte de los senadores Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto López. De ese tamaño es su soberbia: pasar por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos porque son mayoría y con eso les basta y les sobra.

Ambos casos dejan en claro el riesgo en el que está nuestra democracia al ya no contar con instituciones contramayoritarias.

En cualquier sistema democrático, dichas instituciones se encargan de proteger las libertades civiles, los derechos de propiedad y los derechos de las minorías; su función es operar distanciados de la política y de los intereses de la mayoría cualquiera que esta sea. Porque hay que ser claros: las mayorías legislativas no siempre tienen la razón, ni deciden en función de la sociedad, ni del pueblo al que dicen representar. Las mayorías legislativas suelen tomar decisiones que les ayuden a perpetuarse en el poder, subvirtiendo así la democracia; basta y sobra recordar cómo MORENA conformó su mayoría calificada.

En México ya no podemos recurrir a los organismos autónomos ni al Poder Judicial, pues las múltiples reformas constitucionales -aunque ilegítimas- han desaparecido los contrapesos al autoritarismo cuatroteísta. Bien lo dicen los estudiosos Steven LevitskyDaniel Ziblatt, “la tiranía de las mayorías (es) la posibilidad de que un gobierno elegido popularmente utilice sus mayorías, en el parlamento o en las urnas, para eliminar a la oposición –y a la democracia– mediante el voto” (Journal of Democracy, enero 2025).

México es un país en cuya Constitución se enaltecen la libertad de expresión y el Estado de derecho, pero la realidad es bien distinta y así lo reportan diversos análisis. Por ejemplo, el Índice de Libertad elaborado por Freedom House analiza si hay y qué tanto se respetan 10 indicadores de derechos políticos y 15 indicadores de libertades civiles a través de una larga batería de análisis. Nuestra nación apenas alcanza 61 puntos sobre 100, lo cual lo coloca entre las naciones “parcialmente libres”; y lo peor: va a la baja.

El Índice de Desarrollo Democrático de México 2024, elaborado por el INE, la fundación Konrad Adenauer, CEPOS, PoliLat y USEM, hace un ejercicio amplio y profundo a través de cuatro dimensiones; los resultados son todavía peores pues contemplan factores de igualdad social y económica. Como sea, el promedio nacional es de 4.7 puntos en una escala de 1 a 10, cuando en 2010 se tenían 5.8 puntos.

El punto es que se pueden tener elecciones bien organizadas y más que menos transparentes, pero con eso no construye una democracia; hace falta que el pluralismo político sea una realidad, que el gobierno funcione de acuerdo con las normas democráticas y no solo partidarias y, sobre todo, que haya un Poder Judicial independiente. Ya nada de eso tenemos.

¿Por qué es importante cuidar e impulsar el desarrollo democrático?

Porque es la única manera que tiene cualquier sociedad de generar acuerdos entre grupos distintos, contar con políticas estables y velar por el bien común.

“Si los derechos y libertades no son respetados por las mayorías electorales o legislativas, la democracia no puede sobrevivir”, nos dicen LevitskyZiblatt.

La pregunta es qué haremos al respecto y qué harán esas mayorías cuando las minorías se harten de ser arrolladas.

Con la colaboración de Upa Ruiz

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