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Rosario Piedra Ibarra no solo ha degradado y chatarrizado la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que inexplicablemente preside, sino quiere desaparecerla.

Ante la Comisión Permanente del Congreso, presentó una iniciativa para reformar el apartado b del artículo 120 constitucional y la Ley de la Comisión, a fin de extinguir la CNDH “como la hemos conocido y se cree en su lugar la Defensoría Nacional de los Derechos del Pueblo, que habrá de permitirle proteger con mayores alcances los derechos de las y los mexicanos”.

Al rendir su quinto informe de actividades, la señora evidenció no entender que su función es poner límites al poder y que lo esencial de la CNDH de ninguna manera es “defender” la abstracción “derechos del pueblo”, sino los de todas las personas (de cualquier nacionalidad y estrato social o económico, en tránsito o radicadas en México) de los agravios a su dignidad cometidos por servidores públicos.

Bajo el estulto criterio de que la institución que dirige es herencia del neoliberalismo y no “responde a las necesidades del pueblo”, Piedra se propone “transformar de raíz” la Comisión creada en 1990 por Carlos Salinas de Gortari.

Lo cierto es que la gestión de esta machuchona incondicional de la 4t se ha caracterizado por su complicidad con el oficialismo.

Entre sus yerros más reprobables están el aval que dio a la militarización de la Guardia Nacional, su apoyo a la corrosiva propuesta de reforma electoral del presidente López Obrador y su desempeño autoritario al margen de las opiniones del Consejo Consultivo de la Comisión.

Sin asomo de vergüenza dijo:

“Somos el único órgano constitucional autónomo que ha emprendido su transformación por iniciativa propia para dejar atrás ese esquema que nos impuso el neoliberalismo y crear otra institución que realmente le sirva al pueblo mexicano. Derribamos el mito de los órganos autónomos que necesitan burocracias doradas y presupuestos obesos para cumplir su supuesta misión. Mientras otros han emprendido batallas para defender sus grandes sueldos y prebendas, nosotros redujimos nuestro presupuesto, combatimos la corrupción, desterramos los privilegios de los altos mandos, eliminamos los guardaespaldas y donamos sus seis armas a la Secretaría de la Defensa Nacional”.

Tuvo que apechugar, entre otras, la réplica del senador Germán Martínez, quien le reprochó que la CNDH ha evadido hacer recomendaciones contra los abusos de las autoridades en temas de migración, desaparición de personas, homofobia, crisis sanitaria y falta de medicamentos, y ataques a periodistas. Le reclamó no actuar contra “el desplazamiento forzado ni los mensajes que promueven la división y el odio desde Palacio”, y le mostró una fotografía de Rosario Ibarra de Piedra (“que fue plural”) junto a Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel J. Clouthier en 1988 para soltarle: “Le queda grande la Comisión de los Derechos Humanos y le queda grande el recuerdo de su madre”.

Qué pena, pero la señora se lo ganó…