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La familia de los LeBarón, emblemática de las miles que han sufrido la fracasada “estrategia” de seguridad basada en el sofisma “abrazos, no balazos” (argucia que se cacarea como verdadera), da en el clavo al señalar: “Los fuegos cruzados no son casualidad, son resultado de un gobierno omiso”.

Sumado a la estadística de que en tres años y medio van más asesinatos que en todo el sexenio de Felipe Calderón, el homicidio de los sacerdotes jesuitas en Chihuahua catapulta el hartazgo y la indignación junto con la exigencia y el clamor de un cambio radical de la permisiva política de ilusoria “seguridad” del presidente López Obrador.

El mensaje del provincial de la Compañía de Jesús en México, Luis Gerardo Moro, señala en el mismo sentido que los LeBarón: “Con profundo dolor e indignación les informo que hoy 20 de junio por la tarde, en Cerocahui, Tarahumara, los padres Javier Campos SJ y Joaquín Mora SJ fueron asesinados en el contexto de violencia que vive este país, luego de intentar defender a un hombre que buscaba refugio en el templo y que era perseguido por una persona armada”. Tal contexto es el reino del crimen organizado en amplias regiones del país y que, según dijo hace poco más de un año el general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de Estados Unidos, entre 30 y 35 por ciento del territorio mexicano es controlado por grupos delictivos.

En aquella zona de Chihuahua, dijo López Obrador, los municipios padecen “bastante presencia de la delincuencia organizada”, inversamente proporcional, cabe añadir, a la insuficiente presencia de su gobierno y el de Chihuahua.

“Con la Iglesia hemos dado, Sancho”, lamentó El Quijote (nada de “topado”), refiriéndose al templo, al edificio, no a la institución, de San Antonio Abad de El Toboso (municipio español de la provincia de Toledo, comunidad autónoma de Castilla-La Mancha), pero en el caso de los jesuitas victimados el gobierno mexicano se ha topado con la Santa Madre que comanda un jesuita y, por lo que se alcanza a ver, no se la va a acabar ante la enérgica demanda de justicia.

Aquí no cabrá lo que los LeBarón rechazan: la detención de presuntos criminales que terminan acusados de lo que sea menos de homicidio, ni satisfará la reiteración de que los cadáveres “están siendo buscados” con que tanto se engaña a quienes buscan a los más de 100 mil desaparecidos que acumula México, un tercio de los cuales no volvió a ser visto por sus familias en lo que va del cuatroteísmo.

La Compañía de Jesús –advirtió con López-Dóriga el rector de la Universidad Iberoamericana, Luis Arriaga Valenzuela– tomará parte en las investigaciones y no aceptará que el caso quede, como casi todo, en la impunidad.

El cascabel al gato –cuando las corcholatas cantan su incondicionalidad al jefe de jefes— lo puso el incómodo senador Ricardo Monreal: “Es momento de reflexionar en el Congreso y de revisar con toda seriedad el plan de seguridad sin tabúes, sin ideologías, sin intereses partidistas y sin actitudes egoístas…”.