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En lo que cada vez más hiede a remedo de la fracasada “revolución cultural” maoísta, la alergia oficial al conocimiento parece dejar de asediar a la UNAM y a las autonomías para centrar su ataque en el Centro de Investigación y Docencia Económicas con la ilusión de extirpar el “pensamiento neoliberal”.

Designado por la directora del Conacyt María Elena Álvarez-Buylla (la que pretendió cárcel de alta seguridad para 31 científicos a quienes fabricó el delito “delincuencia organizada”), el director interino del Centro, un esquirol importado del Colmex llamado José Antonio Romero Tellaeche, dijo ante alumnos preocupados por el atentado a la institución que desde Carlos Salinas y Miguel de la Madrid se impuso en el CIDE aquella ideología, y que allí los profesores “manipulan” a los estudiantes para “proteger intereses” que, cobardemente, evitó especificar.

Marrullero, evitó explicar las razones del gobierno del presidente López Obrador para celebrar de manera reiterada las ventajas del renovado acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá que los “neoliberales” sembraron con el original TLC compromiso, por cierto, menos “neoliberal” que el T-MEC En conversación a distancia con alumnos que exigen su salida por haber despedido a la secretaría académica, Catherine Andrews, y al director de la Región Centro en Aguascalientes, Alejandro Madrazo Lajous, el moreniano interino soltó: “Los planteamientos neoliberales y neoclásicos en todos los ámbitos de la enseñanza en el CIDE no están obedeciendo a lo que la sociedad está demandando…

De nada sirvió que una de las estudiantes le dijera que “se puede reformar perfectamente este enfoque de investigación y de docencia”, pero sin necesidad de “desmantelar a la comunidad ni afectar a las personas que la conforman…”.

Catherine Andrews fue expulsada bajo la acusación de “rebeldía”, porque Romero le había ordenado posponer las evaluaciones del profesorado investigador y asociado, a pesar de que hacerlo implicaba que ella y él incurrieran en una ilegalidad que les acarrearía consecuencias.

La chatarrización que se cierne sobre el CIDE pudo evitarse si se hubiera aprovechado la prudencia y oportunidad con que el prestigiado académico Sergio López Ayllón dejó la dirección general el 2 de agosto pasado (dos años antes de concluir su segundo periodo), cuando ya se padecían apuros presupuestales (con la “austeridad republicana” como pretexto) y se manifestaban las primeras presiones cuatroteístas, pero con la institución sólida en sus finanzas sanas y una plantilla docente de primera calidad.

Xenófobo, el director interino dijo a los estudiantes que con los “neoliberales” que abomina más de 50 por ciento del profesorado del CIDE provino del extranjero y que hoy se quiere incorporar a mentores nacionales.

¿Sabrá que en el mundo que detesta la calidad de las universidades se mide, sin importar de qué país llegan, por el número de premios Nobel que imparten clases…?