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Darle crédito al chisme de que Genaro García Luna fue sopeado en su celda por un reo habilitado de “agente encubierto” y que por un teléfono celular ordenó contactar a la mafia rusa para asesinar a un supuesto testigo, ni más ni menos que Reynaldo, El Rey Zambada, es cuando menos tan idiota como el cuento mismo.

Implica suponer que la prisión estadunidense donde está recluido es igual de vulnerable que las cárceles mexicanas, y que el ex director de la Agencia Federal y ex secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Felipe Calderón, a quien se le imputa recibir sobornos de El Chapo Guzmán, no solo es imbécil, sino que desconoce prácticas policiacas elementales y ni siquiera de películas o series de televisión digirió enseñanzas tan básicas como desconfiar de cualquier desconocido.

¿Alguien así de menso es quien como “narcofuncionario” incautó al poderoso capo de capos el mayor cargamento (23 y media toneladas) de cocaína que se ha logrado en el mundo (en el puerto de Manzanillo), y quien pese a ese y otros golpes, se prestó a servir de lacayo al célebre cártel de Sinaloa?

El documento dado a conocer antier es de algo que supuestamente ocurrió a finales de 2020 (García Luna fue detenido en 2019) y delata la desesperación de la fiscalía neoyorkina que, a falta de sólidas pruebas contra el señalado por Reynaldo Zambada (en el juicio contra El Chapo) de recibir entre tres y cinco millones de dólares, trata de que el juez Bryan M. Cogan imponga un jurado “anónimo y secuestrado”, con el pretexto de que el ex funcionario puede amenazar o mandar asesinar a sus integrantes.

No sobra recordar que un año después de que García Luna dejó de ser secretario federal de Seguridad Pública los titulares de las principales agencias de justicia de Estados Unidos (DEA, CIA, FBI, Departamento de Justicia, Procuraduría) le hicieron reconocimientos por la colaboración binacional que mantuvieron y el Departamento de Estado le concedió la visa Albert Einstein, distinción en extremo especial para extranjeros distinguidos.

Por eso llama la atención que la fiscalía gringa tomara en serio la afirmación, en el proceso de Joaquín Guzmán Loera, del hermano de El Mayo Zambada, en el sentido de que lo había sobornado (con tres o cinco millones de dólares, “no recuerdo”, contenidos “en un maletín” o portafolios), que le fueron entregados “en un restaurante”.

El monto deprime porque equivale a poco más de 120 millones de pesos mexicanos actuales, siendo que como secretario, tan solo en su último año, GGL manejó un presupuesto de 45 mil millones de pesos, parte de los cuales no tenía que comprobar. Lo del sopeo del “agente encubierto” y las supuestas amenazas (inclusive a “periodistas”) y la mafia rusa son aderezo de pastelazo en un caso del que García Luna se dice tan ajeno que, lejos de buscar un acuerdo “de cooperación” o algo por el estilo, se dice “no culpable” o “inocente”, y se atiene a que le demuestren lo que, en el mejor de los casos, se antoja un apestoso taco de lengua…