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La “confesión perdida” de uno de los asesinos de Los 43, revelada por mi compañero Alejandro Domínguez, pulveriza cuanta patraña vienen fabricando las innecesarias y sectarias comisión de la verdad y fiscalía especial del caso y no deja lugar a la menor duda: los jóvenes fueron levantados en Iguala, los asesinaron en el basurero de Cocula donde quemaron sus restos hasta carbonizarlos y triturarlos para luego arrojarlos en el río San Juan.

En rigor no es una confesión ante la autoridad (declaración ministerial como las que suscitan sospechas de tortura), sino un testimonio clave rendido el 30 de agosto de 2018 ante dos visitadores de la Oficina Especial de la CNDH, creada por su entonces presidente, Luis Raúl González Pérez (desaparecida por su inepta sucesora, Rosario Piedra). Servidores públicos con fe pública (sus diligencias tienen tanta validez jurídica como la de los notarios, por ejemplo).

Ambos recabaron la versión de Juan Miguel Pantoja Miranda, conocido en la narcobanda Guerreros Unidos como El Pajarraco, en el Centro Federal de Readaptación Social 14 de Durango.

Este homicida, quien logró ocultarse casi cuatro años, fue detenido bajo los cargos de secuestro y delincuencia organizada en Piedras Negras, Coahuila, por efectivos de la Agencia de Investigación Criminal que comandaba el injustamente perseguido Tomás Zerón de Lucio en la extinta Procuraduría General de la República.

Dos semanas después de la captura, el 12 de septiembre de aquel año, un juez le otorgó la libertad (“falta de elementos”) al desechar 48 declaraciones en su contra. La absolución se basó en resoluciones previas en que se tomó en serio que a todos los involucrados en el asesinato masivo se les presentó de manera forzada; que las detenciones fueron ilegales, que se les retuvo de manera prolongada antes de consignarlos, y que habían acreditado “actos de coerción y maltrato”.

Lo valioso del testimonio recabado y referido en su desdeñada Recomendación (Apartado 29 Situación Jurídica) por la CNDH, además de coincidir en sus abundantes detalles con la célebre “verdad histórica”, es que hoy nadie puede alegar presión alguna para que cantara El Pajarraco, como puede comprobarse con la videograbación que debió tomar aquel agosto del 18 el Centro de Investigación y Seguridad Nacional y que seguro conserva el actual Centro Nacional de Inteligencia.

¿Por qué la PGR no le tomó declaración formal?: a) porque sus agentes ministeriales ya estaban ciscados por la campaña de mentiras y verdades en torno a la tortura, o b) porque la ley mandata que a los detenidos, declarados o no, se les ponga de inmediato a disposición de un juez.

El MP optó por lo primero.

La relevancia de El Pajarraco en Guerreros Unidos y la credibilidad de lo que dice consta y empata con las declaraciones de los homicidas apodados El Pato, El Jona, El Chereje, El Duva y El Cepillo (éste convertido ya en “testigo protegido”).

Fiscal Alejandro Gertz, honre su cargo y proceda en consecuencia.