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El pasado 28 de octubre, en Mérida, el presidente López Obrador habló sobre el asesino de Luis Donaldo Colosio: “Si la familia del señor Aburto y él mismo tienen algo que decir sobre su proceso que signifique otra versión sobre los hechos y si él puede expresar, probar, que fue torturado, que está amenazado y que por eso ha guardado silencio, el Estado mexicano lo protegería porque nos interesa mucho que no haya ninguna duda, ninguna sospecha sobre este lamentable asesinato.

Fue una vileza lo que le hicieron. Sería un acto de justicia y por lo mismo es un asunto de Estado. Si él estuviese dispuesto a contar su versión, se le brindaría toda la protección a él y a su familia, si tiene algo que aportar”. Previno también: “Ahora que, si las cosas sucedieron como están en el juicio, lo único que nosotros estamos obligados a hacer es que no se le violen sus derechos humanos y eso es un compromiso…”.

Y pidió al subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, hablar con los familiares del homicida confeso y sentenciado. La declaración fue dos días después de que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos le solicitara a la Fiscalía General de la República reabrir el caso, petición indigna de tomarse en serio por tratarse de una “cosa juzgada”.

Pero la FGR, contra el más elemental sentido común, accedió y oficializó la reapertura. La exhumación del magnicidio fue cocinada por la institución que ha chatarrizado la activista Rosario Piedra Ibarra, quien adoptó a Mario Aburto en condición de “víctima” y la patraña de que es “un caso que no está resuelto” porque dizque fue “víctima de tortura para aceptar ser culpable” y su confesión “carece de validez”.

Eso revela que tanto la CNDH como Encinas y la FGR desconocen el expediente, ya que abundan las evidencias, los testimonios y los peritajes que confirman lo que el asesino mismo, dirigiendo con desfachatez las cámaras, escenificó reconstruir cómo asesinó a Colosio.

La incubación remota del huevo de la serpiente ocurrió en los meses y años inmediatos al homicidio, con la insidia que sembraron las viudas de Colosio (metáfora de Carlos Monsiváis): políticos y lords moléculas de entonces que con el candidato muerto sepultaron sus expectativas de poder.

Uno de los que se recuperaron fue el ex secretario particular de Fox y actual gobernador morenista de Sonora, Alfonso Durazo, quien como secretario federal de Seguridad dijo del asesino solitario: “Es demasiado simplista (eso de) que un momento de alta confrontación política y sobre todo, en el contexto de la madre de todas las batallas por el poder, que es el poder presidencial, el asesinato de Luis Donaldo tuviera explicación en la mano de un asesino solitario. Francamente nunca he aceptado esa tesis…”.

Las viudas… “asesoraban” al siniestro ex subprocurador Pablo Chapa Bezanilla (el de Paquita la del cráneo, Monsiváis dixit), y lo azuzaron para culpar a Manuel Camacho Solís, José María Córdova Montoya y, claro, a Carlos Salinas de Gortari…