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Suspendamos por un momento la idea de que Morena es la encarnación mexicana de la izquierda.  Tratemos de describir, no de etiquetar.

¿Qué hay ahí?

Hay un líder que domina todo el panorama. Este es el rasgo distintivo: el partido de una persona. No hay nada importante en ese partido que no tenga como referencia a su fundador y candidato.

Morena tiene acompañantes que hablan por  López Obrador, pero él es un líder sin competencia, el autor único de un guión que los demás repiten.

Esta es su fuerza y su debilidad. No hay que ir a los reglamentos de Morena o a las declaraciones de sus miembros para ver lo que Morena quiere. Hay que ir a las palabras y los actos de López Obrador.

Morena es la expansión de la figura, la voluntad, el carisma, el proyecto de una persona. No hay segundas partes ahí. Todas son terceras o cuartas.

Y todo es insustancial, salvo lo que el líder propone, quiere y hace. En esto su transparencia es absoluta, salvo porque no sabemos si lo que el líder de Morena dice como candidato es efectivamente lo que piensa hacer como presidente. Esta es una duda nacional cuya respuesta se reserva, también, el líder de Morena.

Creo que nadie ha descrito mejor el corazón  político de López Obrador y, por tanto, de Morena, que Jesús Silva-Herzog Márquez.

López Obrador, dice Silva-Herzog Márquez, no es un político de principios, sino un político pragmático, oportunista, que quiere rehacer, en nuestros días, la vieja alianza pluriclasista, estatista y presidencialista del viejo PRI, el PRI anterior a 1982.

Quiere volver a aquella edad de oro en que estaban juntos bajo el mando del mismo partido y el mismo presidente empresarios, iglesias, sindicatos, delincuentes, desempleados, disidentes: las “mayorías de la nación”.

Su sueño se parece al de muchos votantes de estos días: un gobierno fuerte que sacuda la porquería existente y restituya la unidad y la autoridad perdidas.

Morena es el partido de un caudillo. Pascal Beltrán del Río ha recordado a este propósito el peronismo. Su evocación es pertinente. Morena es una utopía regresiva con nombre propio, una oferta de regreso al pasado como promesa de un mejor futuro.

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