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Cambian de piel, ante nuestros ojos, los referentes claves de la partidocracia mexicana.

Donde estaba lo que llamábamos “la izquierda” surge Morena.

Donde estaba lo que llamábamos “la derecha” surge un Frente que reúne lo que llamábamos “izquierda” con lo que llamábamos “derecha”.

Donde estaba lo que llamábamos “el PRI”, referente histórico de lo que había que derrotar, aparece “un PRI” disminuido que ha dejado de ser “la cosa” a derrotar.

Los anteojos con que vemos lo que está pasando nos estorban para ver. En vez de seguir mirando con lentes viejos, quizá proceda hacer lo que los antropólogos llaman una “observación de campo”: suspender las categorías explicativas y proceder a la consignación de lo que pasa.

Lo que pasa en nuestro sistema partidario es muy distinto de las categorías con que estamos acostumbrados a mirarlo. Por ejemplo: nos siguen sorprendiendo, como una anomalía, los saltos que dan políticos oportunistas de un partido a otro. Nos molestan sus supuestas incongruencias. La sorpresa es entendible. Pero hace tiempo que debió dejar de sorprendernos.

Lo que llamamos chapulineo no es una excepción, sino una constante del sistema de partidos que tenemos: un sistema abierto, donde muchos grupos políticos pueden tener un partido y ofrecer una candidatura.

Los llamados chapulines no solo son una constante, sino también una práctica exitosa en una democracia de supuestos partidos fuertes, que supuestamente votan disciplinadamente en el Congreso, que supuestamente pueden disciplinar a su militancia, pero que en el fondo son débiles y no pueden controlar a sus políticos ambiciosos cuando no les cumplen sus exigencias.

Lo que hemos tenido en la democracia  mexicana es un sistema de partidos débiles, corroídos en su médula por la competencia, es decir, por la posibilidad, cumplida, de que alguien les abra una tienda enfrente.

Es lo que ha hecho López Obrador con Morena frente al PRD y lo que hizo antes el PRD con el PRI. Es lo que la legislación permite hacer a partidos pequeños que con el tiempo resultan fundamentales para los grandes.

Si abres muchas tiendas, no te quejes de la competencia ni pienses que hay traición en pasarse del mostrador donde alguien despachó siempre al mostrador donde despacha ahora.

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