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Repasando las columnas que desde el 21 de abril del 2009 escribo para El Economista, saco la cuenta que en 35 de ellas, ya sea como personaje central o como actor de reparto (de dinero) he comentado algo referente al ingeniero, productor de montajes, hombre de negocios y, en sus ratos libres policía, Genaro García Luna; mano derecha, del zurdo Felipe Calderón Hinojosa, desde que éste le declaró la guerra al narco para lo cual se puso una camisola del Ejército Nacional que le quedaba grande. (La prenda de vestir era XXL y Calderón es VSOP).

Durante el tercer Diálogo por la Seguridad, Evaluación y Fortalecimiento, celebrado en agosto del 2010, el presidente Calderón dijo estar interesado en saber quiénes son los Ministerios Públicos, jueces, policías, alcaldes o gobernadores coludidos con los criminales. Al respecto afirmó: “Y la sociedad —así en abstracto—sé que lo sabe”. Mi comentario relacionado con lo dicho por Calderón fue: “¿Cómo sabe el presidente que los que formamos parte de la sociedad sabemos quiénes son los delincuentes y los traidores que los solapan y no lo sabe él? ¿No se supone, dada su investidura, que él debe ser el mejor informado de lo que sucede en el país?”.

En ese mismo discurso volvió a su recurrente metáfora del médico (él) que tiene un nuevo paciente (nosotros que vaya que le tuvimos paciencia). Transcribo parte de lo que publiqué el 10 de agosto del 2010: “El paciente le dice al doctor —especialista en curar crudas—, me duele el abdomen y generalmente me daban unas yerbitas, unos tés y con eso se me pasaba el dolor, pero ahora sí no se me pasa. Y abre uno ahí y resulta que lo que tiene es un gran tumor en el estómago. Y lo que tiene que hacer el médico es quitar el tumor, curar ese cáncer, operar al enfermo donde lo tiene” (¿dónde tiene el médico al enfermo o dónde el enfermo tiene el cáncer?).

“Ese enfermo tendrá, si quiere verdaderamente sobrevivir y curarse, que pasar por un periodo de radiaciones y de quimioterapias (que traerán consigo daños colaterales sin importancia, como los 28 mil muertos contabilizados hasta lo que va del tratamiento) y quizá va a perder pelo (¿quién, el médico o el paciente?), y estará débil y de mal humor (¿el médico o el paciente?), en fin durante un largo tiempo (¿de cuántos sexenios estamos hablando?) tendrá que cuidarse permanentemente” (si es que sobrevive).

En el mismo discurso puntualizó: “Yo creo que necesitamos una sociedad organizada a través de sus líderes que nos proporcionen esa información”. Escribí: “No me considero un líder de opinión —mi opinión no la toman en cuenta ni en mi casa. Pero voy a hacer mía una demanda ciudadana hecha por una líder de opinión. Me refiero a la periodista Anabel Hernández, ella en la revista virtual Reporte Índigo ha puesto en evidencia las propiedades del ingeniero Genaro García Luna: una en Jiutepec, Morelos; dos residencias en Pedregal de las Fuentes, y otras dos en el exclusivo fraccionamiento Jardines de la Montaña, en Tlalpan. El monto de las propiedades, a decir de la periodista, sin que el sospechoso de enriquecimiento inexplicable haya esclarecido satisfactoriamente, equivale a 17 años de su sueldo actual libre, es decir, después de sus declarados gastos de manutención. Pero apenas García Luna va a cumplir cuatro años como Secretario de Seguridad Pública. Esta denuncia, de la que nadie ha hecho caso, me impone una pregunta: ¿No será que el cáncer de estómago ya hizo metástasis en todo el cuerpo del paciente?”.

Hoy refrendo lo que entonces escribí, a lo que agregaré una interrogante: ¿Señor Felipe Calderón, usted que es creyente, juraría por Dios que jamás se enteró de la corrupción de García Luna?