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Proverbial entre los ex presidentes priístas fue la frase: “El que bailó en la anterior en ésta se sienta” —sin albur—. Significaba que al que le había tocado ejercer el poder debería de permanecer, durante el periodo gubernamental de sus sucesores, lejos de los reflectores y, sobre todo, callado.

La tradición de la quietud y el silencio de quien haya sido jefe del Ejecutivo tiene su origen en la era del Maximato. El periodo de nuestra historia, posterior al asesinato de Álvaro Obregón, cuando don Plutarco Elías Calles se constituyó en el jefe máximo de la Revolución. A través del Partido Nacional Revolucionario (PNR), el abuelo del PRI, el general Calles ejercía el mando. La sabiduría popular acuñó y escribió en la pared exterior de Chapultepec —los presidentes vivían en el Castillo— la frase: “Aquí vive el presidente, el que manda vive enfrente”; en referencia a don Plutarco, que vivía en la colonia Anzures.

El general Calles impuso como presidentes de la República a don Emilio Portes Gil, a don Pascual Ortiz Rubio, al general Abelardo Rodríguez y a mi general don Lázaro Cárdenas —primer mandatario sexenal—. Éste dio la sorpresa, antes de ser tocado por el dedo del “turco” —así llama en sus memorias Gonzalo N. Santos a Plutarco Elías Calles—, don Lázaro era un hombre oscuro a pesar de haber presidido el PNR, fungía como secretario de Gobernación y gobernador de Michoacán a. T. (antes de La Tuta).

Cárdenas parecía destinado a ser un pelele más del sonorense Calles. Tan era así que la picardía popular hizo circular la siguiente cuarteta —una especia de meme de la época—: “Oaxaca nos dio dos caudillos/ Coahuila dos caudillejos/ Sonora nos dio dos pillos/ y Michoacán dos pendejos”.

Obvio que los caudillos oaxaqueños eran don Benito y don Porfirio; los caudillejos de Coahuila, Madero y don Venustiano; los pillos sonorenses, Obregón y Elías Calles; y los pendejos michoacanos, Ortiz Rubio y Lázaro Cárdenas. Pero no contaban con su astucia. Cárdenas se quitó de encima al de Sonora, le cambio el nombre al PNR, le puso Partido de la Revolución Mexicana (PRM), papá del PRI, impuso su candidato a sucederlo, pero le permitió gobernar. El resto es historia.

No obstante ser un ejemplar impulsor de permanecer en la sombra al dejar el poder. Don Lázaro fue nombrado por su legatario, el general Manuel Ávila Camacho, secretario de la Defensa Nacional, cuando México se unió a los Aliados para participar —con un escuadrón de aviación y muchas porras— en la Segunda Guerra Mundial

El regreso de Calderón

Desde el mes de marzo del año que corre —corre porque quiere que el sexenio ya acabe—, Felipe Calderón Hinojosa anda en campaña electoral apoyando a los candidatos de su partido el PAN, al parecer no hizo ningún caso a la costumbre de callarse y no moverse al dejar el poder. Decidió desaparecer la tradición. (Con ésta serían 26,122 las desapariciones achacadas a don Felipe).

Ha dicho Calderón que con su actuación pública en las campañas de sus correligionarios está demostrando que puede salir a la calle con la frente en alto. Bueno, con la frente en alto y con un costoso aparato de seguridad puesto que, al igual que las campañas en las que participa, su sueldo como ex presidente y el de su equipo de colaboradores, lo pagamos los ciudadanos con el sudor de nuestros impuestos.

Aun así, a mí me parece bien que Calderón salga a hacer proselitismo por su partido, algo que, según declaró, lo considera su deber. También dijo que su partido tiene “algunos buenos candidatos” como su hermana Luisa María. Abiertamente, dijo que su esposa Margarita hubiera sido una excelente candidata a la que el dirigente blanquiazul Gustavo Madero le cerró el paso cuando buscó una diputación por la vía plurinominal.

Por su parte, Madero, sin hacer referencia a Felipe, expresó que mucha gente que se había distanciado del PAN, hoy están sumando “a la alza para nuestro partido y preferencias electorales”.

Que yo sepa nadie de partido rival, ni siquiera el aguerrido AMLO, ha criticado la actitud de Calderón, y es que viéndolo imparcialmente está en su derecho y no tiene nada de criticable hacerlo.

Si le queremos buscar glándulas mamarias a los formícidos (chichis a las hormigas) se puede decir que sólo va a lugares que ofrecen buena seguridad y donde su gobierno no dejó cuentas pendientes. Por ejemplo, se le podría pedir que fuera a apoyar al candidato panista que aspire a una diputación por el distrito al que corresponda Villas de Salvárcar. Eso si sería un demostración de valor.

También sería interesante ver cuál de los cuatro ex presidentes —3 priístas y Fox— que nos quedan vivos podría hacer lo que está haciendo Felipe Calderón. Echeverría no coordina ni a sus nietos, además, los que lo quieran ver cómo apoya a un correligionario tendrían que ir a su casa por aquello del arresto domiciliario. A Fox ya lo vimos como propagandista de Peña Nieto. Zedillo tiene muchas chambas que le impiden participar en política. Salinas de Gortari sería un éxito rotundo por su poder de convocatoria. ¿Se imagina usted cuánta gente hasta pagaría una módica entrada —digamos 5 o 10 pesos— por estar frente a él y mentarle la madre de manera colectiva?

Aquí no termina el tema.