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Existe un país en el planeta tierra cuyos gobernantes son tan generosos que a los empleados del gobierno federal y del poder legislativo, así como de las instituciones de educación, electricidad, y salud pública, les otorgan un bono por el sólo hecho de ser puntuales; es decir, únicamente por llegar a la hora indicada a su trabajo. El bono es mensual, semestral y, en algunos casos, anual.

Al parecer, el bono a la puntualidad, tiene su origen en dos problemas ancestrales que padece la clase burocrática del precitado país: Uno es un mal en la columna vertebral que les impide separarla del colchón a la hora pertinente, esto es cuando suena el despertador; el otro, cuya incidencia es exclusiva en el sector varonil, es un padecimiento en el aparato genital, al parecer los testículos de estos caballeros son más pesados que los de la normalidad. De ahí que para estimular su presencia a la hora exacta en sus puestos de trabajo el gobierno diseñó un programa que costó, entre los años 2012 al 2017, 40 mil 704 millones 206 mil 643 pesos.

Estamos hablando de un país con el que la naturaleza fue pródiga; lo dotó de petróleo y gas natural; minerales diversos, de manera destacada el oro y la plata; variedad de climas en donde se pueden producir toda clase de alimentos. Por si lo anterior fuera poco, el país de marras, tiene una envidiable situación geográfica, con costas en los dos océanos más grandes e importantes del mundo; con abundancia de pesca y playas y paisajes maravillosos.

Cómo será de rica esta nación que, según un reporte de la banca suiza UBS, la riqueza de 16 millonarios nacidos en esa tierra es mayor que la deuda externa del país, que no es poca cosa porque para sostener el tren de vida de sus burócratas menores y mayores, más la corrupción que gracias a la impunidad crece sexenio tras sexenio, es necesario pedir prestado en dosis adictivas.

Ese país, que parece de fantasía, se llama México, hogar —es un decir— de 53.4 millones de pobres —el 43.6% del total de la población— que viven porque no tienen ni en qué caerse muertos —literalmente—. La deuda externa del país, consentidor de sus políticos, de sus funcionarios, de sus burócratas y de su hombres de grandes negocios, hasta agosto pasado y según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público es de 95 mil 943 millones de dólares. El informe Billonaries Report 2018, elaborado por la banca suiza UBS, indica que las 16 personas más ricas de México suman una fortuna de 141 mil millones de pesos. (El autor de lo que usted lee trató, desde muy temprano, de poner estas cifras de dólares en pesos. Tuvo que renunciar a su propósito porque cada 10 minutos las cifras variaban en contra del peso que al momento de escribir esto se desliza como gorda en tobogán).

Según un reportaje de Pedro Villa y Caña, publicado por El Universal el pasado domingo, trabajadores que laboran en 40 secretarías, en el Congreso de la Unión, en universidades públicas, en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y el Instituto de Seguridad Social y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) recibieron durante el presente sexenio, año con año, un bono de puntualidad. Los tres organismos mencionados al final de la lista fueron los que más han destinado dinero público para pagar este concepto. La prestación cada año sufre un incremento, mientras en 2013 fue de 7 mil 342 millones 535 mil pesos, el año pasado (2017) fue de 8 mil 965 millones 863 mil 526 pesos. Que en cinco años sumaron la cantidad ya citada: 40 mil 704 millones 206 mil 643 pesos a la que se tendrá que agregar lo que se otorgue hasta noviembre del 2018.

Por poner un ejemplo, en el Seguro Social, la prestación se otorga debido a que la cláusula 93 del Contrato Colectivo de Trabajo señala que cuando el trabajador registre 10 veces su asistencia diaria ‘hasta el minuto cinco, se le otorgará como estímulo de puntualidad dos días de aguinaldo, cuyo pago deberá hacerse en la nómina ordinaria de la siguiente quincena de aquella en la que el trabajador alcanzó este cómputo”.

El bono —bonito le dicen de cariño— sólo es por ser puntuales. Nada tiene que ver con la productividad. Es ajeno a los ahorros que el personal haga de papelería, lápices, clips y otros materiales de oficina como engrapadoras, copias fotostáticas y tinta para impresoras. El que llega a trabajar a la hora señalada, por ese simple hecho ya tiene derecho a la compensación económica, de ahí en fuera puede lonchar a las 11 de la mañana para cumplir con la tradición establecida desde tiempo inmemorial; también dedicar el tiempo conveniente a la organización —pago y/o cobro— de las legendarias tandas, rifas y quinielas deportivas.

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