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Con este título provocador ha publicado hace dos días una de sus siempre legibles columnas el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel.

Ha contado en esa columna su conversación con el líder local de un grupo criminal de Toluca, donde reside el obispo, luego de tres intentos de acercarse a él. Lo recibió rodeado de guaruras. Cuando lo tuvo enfrente, el obispo lo invitó a cambiar de vida, dándole un trato de vecino, pues se cruzaba con él a menudo por la calle.

La respuesta fue negativa, el jefe criminal siguió imperando en el barrio hasta que apareció en el rumbo una posta de la Guardia Nacional. Ahí el jefe criminal dejó de andar por la calle como por su casa. “De cuando en cuando regresa”, escribe el obispo, “cuando sus halcones le avisan que no hay Ejército cerca, como para recordarnos quién manda aquí”.

No fue el buen trato del obispo lo que ahuyentó al capo local, fue la presencia de la fuerza pública.

Los obispos de Guerrero, sigue monseñor Arizmendi, se reunieron con los líderes de los grupos armados que controlan la región, para pedirles que dejaran las armas y la extorsión de sus comunidades. La respuesta fue nula, los grupos acordaron sólo repartirse los territorios para ver dónde le tocaba extorsionar a cada quién.

Estos grupos sólo cambian su conducta de extorsión o se retiran si llega el Ejército.

El obispo Arizmendi medió también entre grupos armados y campesinos dueños de bosques en el Nevado de Toluca. Los criminales les cobran a los campesinos la tercera parte de lo que talan y venden. Ni la Guardia Nacional ni el Ejército acuden en auxilio de esos campesinos. Y la extorsión sigue.

Moraleja en los tres casos: sólo si hay fuerzas militares cerca, los criminales retroceden. Los abrazos y los buenos modos no funcionan, lo que funciona es la fuerza.

El obispo se pregunta: ¿Abogamos por Balazos, no Abrazos?

En los tres casos responde: No.

“Pero si el Ejército no actúa para contenerlos”, agrega, “no hay quien los detenga. La población está inerme ante el poderoso armamento de esos grupos y sólo una acción más fuerte del Estado los puede reprimir”.