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Hemos aprendido a esperar porque se nos ha semi cuarteado nuestra libertad, al no entender que resguardarnos en casa es una buena decisión para avanzar en esta crisis sanitaria que nos tiene acorralados.

Por eso esperamos, porque hemos descubierto que la muerte nos asusta y la falta de aire se ha convertido en una pesadilla que no queremos vivir.

Aguardamos mirando la pantalla y la vida de los demás, nos paralizamos por momentos llenos de nostalgia y ansiedad, algo así como un torbellino interno que cuando acaba nos deja en el mismo lugar: en el sofá de la casa.

Miramos, observamos, contemplamos y acechamos nuestro alrededor como buitres hambrientos de correr en cuanto nos dejen abrir la puerta.

Esa misma tentación de desbordarnos en la vida social o en aquella “vida de antes” más una errónea estrategia por parte de las autoridades, nos ha colocado en el tercer país con más muertes.

No son los dos países primeros, lo que más importe sino el que hayamos superado a la India en número de casos, y por supuesto de muertos.

Eso nos coloca también en una vitrina mundial, en donde todos nos ven con nuestra múltiple serie de errores, como las fiestas clandestinas, las playas abarrotadas, y también al ver a un presidente que se niega a utilizar cubrebocas y a detener sus giras, en fin.

Somos observados porque lo estamos haciendo mal y los números nos avalan, y porque seguramente somos los mismos que iniciamos cuidándonos desde un principio hasta ahora. Allí sentados como esa mujer, esperando.

La gran diferencia es que ella salió este fin de semana al Torneo Melbourne Summer Series en Australia.  Sentada sin un cubrebocas a la vista, mirando a la tenista australiana Alja Tomljanovic contra la francesa Alize Cornet.

Australia, la esperanza - esperanza-australia-laura-garza
Una mujer mirando a la tenista australiana Alja Tomljanovic contra la francesa Alize Cornet. Foto de EFE/ Dave Hunt

Una imagen tan lejana como creer que ya podríamos regresar a un estadio o acudir a un evento masivo, y estar frente a nuestros equipos o jugadores. Solo de imaginarlo sonrío ante mi incansable y leal pantalla.

Australia logró su primera semana con cero números de contagios por el COVID-19, sus números son de 28,755 contagios desde el año pasado y 909 muertes.

Han actuado con responsabilidad, con extrema dureza para protegerse entre ellos. Nadie sale, nadie entra, y quién lo hace debe de asumir su estancia en cuarentena con el gasto que eso implica.

Australia da un ejemplo al mundo entero que cerrar filas sin politizar, ni demeritar el trabajo de autoridades y sociedad se puede avanzar.

La gente entendió y valoró esa libertad, que desde aquí la hemos descuidado y casi la hemos perdido.

Se abre la esperanza, pero se sigue quedando tan lejana como nuestra distancia entre México y la isla australiana.

Una fotografía tan llena de equilibrio y de ritmo, que nos inyecta una ligera felicidad y de creer que esto un día pasará.

Un azul repetido, constante como la apertura de un cielo interminable y ella justo allí en medio, con su blusa blanca sobresaliendo ante nuestros mirar.

Su mano colocada en el rostro, en señal de espera o de incredulidad por estar allí, mirando un partido de tenis y es real.

La pandemia nos ha trastocado todo, y es importante ver y saber noticias positivas como esta, en donde los colores se queden grabados en la mente, donde un anhelo se convierta en algo tangible y nos devuelva un poco de paz mental.

Allá en Melbourne están comenzando a ver el cielo azul, amplio y lleno de oportunidades, mientras que aquí el único color que seguimos encontrando es el rojo. Ese que declara un ato, una advertencia de peligro y sobre todo de miles de muertes diarias.

Vea a esta mujer y observe con detalle el reflejo de sus lentes, quizá un día de estos pueda ser usted o yo observando a nuestro equipo de fútbol o un concierto en algún espacio abierto.

Esperemos.