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En su empeño por pacificar el país, el presidente López Obrador dijo el domingo que contra la inseguridad y la violencia delictiva no se emprenderán acciones de fuerza militar y policial porque esa estrategia, entre 2016 y 2018, “dejó un saldo pavoroso de muertos, desaparecidos, lesionados y una crisis de derechos humanos; una descomposición institucional sin precedente y un gravísimo daño al tejido social”.

Por ello decidió aplicar “una política integral, de justicia, paz y seguridad ciudadana”, procurando “mejores condiciones de vida y de trabajo para atender las causas que originan la violencia. Es decir, lo principal es que haya empleos, buenos salarios, bienestar, y que se garantice a los jóvenes el derecho a la educación y al trabajo”.

Desde el punto de vista conceptual, su fórmula se antoja inapelable, pero entraña un problema de complejidad extrema: atacar las causas requiere de mucho tiempo. Y tanto que, con el creciente y verificable reclutamiento que hacen las bandas delincuenciales de niños y jóvenes, antes de notarse algún logro bien pueden transcurrir diez años o una generación completa.

A Calderón se le reprochaba no aguardar a la depuración de las policías estatales y municipales, pero contestaba que contra los criminales iría con lo que tuviera, así fuera solo “con piedras”.

Mientras se atacan las causas, y como se ha visto en pocos días, las bandas continúan haciendo de las suyas en distintas regiones del país, con cruel énfasis en Veracruz, Guerrero, Sonora, Guanajuato y Morelos.

Para efectos prácticos, de poco ha servido que de lunes a viernes y desde temprano sesione el gabinete federal de seguridad. Tampoco que este modelo se replique en los estados, ni el despliegue de casi 59 mil efectivos de la Guardia Nacional (en 150 coordinaciones territoriales que llegarán a 266, con un total de 140 mil efectivos).

AMLO reconoció el apoyo de las fuerzas armadas: “Han aceptado el desafío de garantizar la seguridad pública sin violar los derechos humanos, con el uso regulado, adecuado de la fuerza. No olvidemos, y esto aplica muy bien porque nuestro Ejército surge de la Revolución Mexicana. Es un Ejército que surge del pueblo. El marino y el soldado es pueblo uniformado. ¿Qué son los soldados? ¿Qué son los marinos? Pueblo cuidando al pueblo, eso es, el pueblo cuidando al ciudadano, al pueblo. Eso es la Guardia Nacional…”.

De gran relevancia fue que dijera: “Ni el Ejército ni la Marina se han utilizado ni se utilizarán para reprimir al pueblo”.

Por lo mismo, era en absoluto innecesario que añadiera expresiones que desmintieron tal aseveración: “Se terminó la guerra de exterminio contra la llamada delincuencia organizada. Ya no se permiten redadas, razias, ni masacres, ni se permite la desaparición de personas. El Estado ha dejado de ser el principal violador de los derechos humanos…”.