Messi se queda en Barcelona porque no hay de otra, porque entre dichos y conversaciones con el presidente del club, su voz no fue tomada en cuenta
Por Laura Garza
Si la cláusula para dejar ir a un jugador como Messi de tu equipo es por 700 millones de euros, solo me lleva a imaginar la cantidad que ha de ingresar el argentino al club.
Messi es un jugador argentino que se ha ganado el cariño y la admiración de muchísimos niños, jóvenes y adultos en todo el mundo. Su carisma, su manejo de balón tanto con la derecha como con la izquierda, y sobre todo por su calidad a la hora de burlarse a cuantos defensas se le pongan enfrente y definir a gol.
Leo Messi es versátil y nos ha mostrado su evolución en la cancha, desde que era el joven delantero explosivo con un juego totalmente vertical, a un jugador que prefiere pararse en el campo y generar asistencias a gol en un trabajo de equipo. Es ser un “nueve” pero al mismo tiempo hacer el trabajo de un delantero.
Es considerado uno de los jugadores más importantes del mundo, a un lado de Cristiano Ronaldo, su eterno rival. Claro, aunque nunca le ha ido bien portando la playera de su selección argentina, Leo es también el equipo, el que acompaña y el que debe de tener a su lado, quien lo entienda y quien lo sepa leer.
La complejidad de dejar el club en el que has crecido, una ciudad que te recibió desde los 13 años y que hasta la fecha ha sido su hogar. Un estadio en el que soñaba debutar desde que dormía, despertaba, comía, entrenaba y soñaba en la Masía.
Veinte años después ha dejado claro que quiere irse, o al menos, que quería dejar de lado la historia y resurgir en otro equipo, en otro campo, con otros jugadores y de lado de uno de sus maestros y amigos Pep Guardiola.
Hoy Messi dio la entrevista soñada, y se la llevó Rubén Uría, periodista y comentarista deportivo de la Liga Española en exclusiva para el sitio goal.com.
De la entrevista sale esta foto que hoy vemos aquí, sobria como lo fue la propia entrevista en uno de los salones de la casa del argentino.
Dos sillas, dos hombres, y un fondo limpio y blanco. Nada que distraiga, nada que de más de qué hablar del argentino, nada que desvíe el tema central, que es ese que está sentado de lado derecho con shorts rojos y playera negra.

Me parece certero la imagen y postura de Raúl, al ir de una manera casual a entrevistar a uno de los dos mejores jugadores del mundo y uno de los personajes más conocidos en todo el planeta. Él no quiere la atención, lo sabe.
Pero Messi, en su basta inteligencia y experiencia, se muestra desinteresado, accesible, relajado y arrinconado en la decisión de quedarse un año más portando el jersey del Barcelona.
En casa crecí con el dicho “el interés tiene pies”, y por más que lo he puesto en práctica en mi vida, me ha funcionado para detectar quien sí quiere y quién no.
La imagen nos muestra a un Lionel en la relajación e informalidad de estar en su propia casa, y de terminar por decidir su futuro más próximo. Lo vemos en chanclas, descalzo, sin la molestia de vestirse o de elegir un atuendo con el que también pudiera comunicar la seriedad del compromiso por cumplir.
Se queda porque no hay de otra, porque entre dichos y conversaciones con el presidente del club, su voz no fue tomada en cuenta. Lo toman como rehén porque saben lo que vale tener a un jugador como él en los vestidores y sobre todo en as canchas.
La directiva no pensó igual que los fanáticos, que en realidad vieron cómo se rompía su corazón por aquel burofax donde dejaba claro que quería irse.
Aquí no importa eso, sino lo que Messi emite en las imágenes fijas, y aunque promete seguir comprometido con el equipo y los jugadores, su mirada cabizbaja durante toda la entrevista y su informalidad, es clave.
Arrinconado en su propia casa, en un espacio tan limpio que solo puedes verlo a él, porque sabe que debe romper el rumor que dice que se quiere ir por más dinero, porque quiere verse lo más sencillo, pero todos sabemos lo que ese hombre “chancludo” (diría mi abuela) vale.
Más allá de escucharlo, la imagen que hoy nos dio es que se queda porque hay que quedarse, pero que las ganas, no las tiene.