Los mexicanos, sus migrantes y su señora presidente, son simples comparsas en este arranque tempranero de la lucha por el poder
De un fenómeno lamentablemente marginal que se desarrolla en una ciudad de las dimensiones de Los Ángeles, California, los mexicanos hemos hecho, sucesivamente, un sacrificio ritual de la mexicanidad, un conflicto mayor y un esperpento de estado.
Por otro lado, este fenómeno mediático ha marcado el arranque prematuro de la carrera por la presidencia de los Estados Unidos dentro de tres años.
Sí, con toda causa y razón, centenares (¿miles?) de hispanos que viven en el sur de California, comunidad millonaria de habitantes, salieron a las calles a manifestarse en contra de la política racista e irracional del presidente Trump en el centro de Los Ángeles.
La respuesta de las fuerzas del órden público fue como tenía que ser: resguardando la tranquilidad y el fluir de la vida normal en esa zona, ubicada entre el Hollywood glamoroso y el Beverly Hills exuberante, y el East Los Ángeles donde viven los latinos, coreanos, chinos y otras migraciones de pobres.
La reacción del presidente Trump fue desorbitada. En sus expresiones públicas, la otrora bella ciudad estaba siendo reducida a cenizas por la invasión de los inmigrantes. Esos, que por otra parte, hicieron desde sus inicios la frontera occidental de una tierra ignota que íbamos a conocer en las películas que hasta un género, el Western, se inventó.
Para evitar ese desastre de pesadillas, Donald Trump decidió convocar a la Guardia Nacional. Se trata de un cuerpo especial de reservas del Ejército regular de los Estados Unidos, que solamente puede ser convocado para combatir una insurrección del tamaño amenazante de un golpe de Estado o una invasión de enemigo extranjero.
A mayor abundamiento, la Guardia Nacional no es una entidad centralizada en su comando. Cada uno de los cincuenta estados de la unión tiene su propia guardia nacional, que no puede ser convocada si no es por los motivos enumerados y con el consentimiento del gobernador del estado en que sucedan las supuestas causas.
La señora presidente Sheinbaum, en la torpeza que ha caracterizado la política exterior mexicana del cuatrote con todo y segundo piso, se aventó el numerito de convocar desde extranjía, en su rechazo a las medidas de seguridad en Los Ángeles, a la movilización en contra del gobierno establecido de los Estados Unidos. Le hicieron caso por todos lados.
Por un lado, los mexicanos se lanzaron a las calles con sus pancartas y ocasionalmente con botellas de agua lanzadas contra los policías. Por el otro, el presidente Trump incrementó las fuerzas de represión con marines, del ejército regular. En medio, presuntos infiltrados y provocadores, con pasamontañas, torso al desnudo y bandera mexicana bien desplegada, se dejaron retratar con el fondo de una patrulla incendiada. ¿Era necesaria una provocación más específica?
Desde luego que no. Pero eso tampoco importa.
Los sucesos de Los Ángeles de ayer y hoy, probablemente de toda la semana y las que siguen, no tienen nada que ver con el asunto migratorio y su represión. Es un asunto de política interna muy norteamericana y muy adelantada. Donald Trump ha lanzado una ofensiva en contra de Gavin Newsom, gobernador de California y seguro adversario de quien sea el candidato republicano para suceder a Trump en 2028.
El argumento del presidente es obvio: los inmigrantes de California son una invasión de los Estados Unidos que el gobernador Newsom -él le llama Newspam- ha sido notoriamente incapaz de contener. Trump es el salvador de ese estado, que de separarse de la unión, sería la quinta economía del mundo.
Los mexicanos, sus migrantes y su señora presidente, son simples comparsas en este arranque tempranero de la lucha por el poder.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas):Una arquera mexicana ganó anteayer el oro en una competencia. Otro muchacho es líder de la vuelta ciclista en Europa y termina en segundo sitio. Los clavadistas mexicanos se avientan el tiro de ganar oros y platas por donde se presentan y le ponen el calzón frente a los chinos. Y el deporte mexicano se reduce a una selección mexicana de soccer que no puede vencer a la de Suiza y batalla para hacer un juego decente frente a Turquía, y las entradas dejan cifras millonarias a los que Seyde llamaba los de pantalón largo de los ratoncitos verdes.