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Cómo acabar con la impunidad. No lo sé, pero sé que después de la corrupción, la impunidad es el agravio moral más presente en la opinión pública y en la cultura política de México.

Separaría la impunidad en tres vertientes: la impunidad política, la impunidad criminal y la impunidad civilizatoria.

La impunidad política se refiere al hecho de que las equivocaciones políticas, aún las catastróficas, no tienen consecuencias políticas, ni siquiera el costo de la renuncia.

La impunidad criminal es la que hace que solo 5 por ciento de los delitos sea castigado en México.

La que llamo “impunidad civilizatoria” es la que permite que puedan violarse los derechos humanos consuetudinariamente sin que haya castigo.

En ninguna de las tres impunidades hay en los hechos indemnización de las víctimas: ni por las malas decisiones políticas, ni de por pobre procuración de justicia ni por la violación a sus derechos humanos.

Creo que hay que establecer sanciones políticas para los errores políticos, sanciones penales para la negligencia en el combate a la impunidad criminal y suspensión absoluta de fueros y excepciones contra la violación de derechos humanos.

No tengo idea de cómo pueden ser las legislaciones que lleven a esto, pero deben hacer que los errores políticos se paguen con juicios políticos, los errores en la impartición de justicia criminal con juicios a los investigadores y a los juzgadores y las violaciones de derechos humanos con penas ejemplares y con la inhabilitación pública permanente de los responsables.

Las tres grandes impunidades mexicanas se han multiplicado hasta el delirio por el contexto de la guerra contra el narco, que ha ensangrentado y envilecido la República.

Sacar al país de esa guerra será el antídoto mayor contra la impunidad que nos ahoga. Coincido con quienes no ven un camino más directo ni más efectivo al fin de esta guerra que el de la legalización inteligente y regulada de las drogas prohibidas.

La prohibición ha creado el gran mercado negro de las drogas y a los ejércitos criminales que se disputan sus rentas. El fin de la prohibición terminará con esas rentas y, en el tiempo, con esos criminales. La disminución del espacio de la guerra disminuirá también el espacio de nuestras impunidades.

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