Elecciones 2024
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Carlos Navarrete debió matizar lo que acababa de expresar. El sábado destapó a la mexicana a Miguel Ángel Mancera como el probable candidato del PRD a la Presidencia de la República. Ayer suavizó lo que había salido de su ronco pecho: “El jefe de gobierno del DF es, al igual que otros perredistas destacados o ciudadanos sin filiación, pero con clara vocación de izquierda, una opción natural para el PRD”.

El presidente del PRD sabe que Mancera no es igual que “otros perredistas destacados”. ¿Vale lo mismo hoy que Graco Ramírez, Silvano Aureoles, Miguel Barbosa, Jesús Ortega? Aunque Navarrete sabe también que, por primera vez en su historia de un cuarto de siglo, el partido llegará a las elecciones intermedias sin un claro candidato. Mancera sería, acaso, lo más parecido a uno.

Lapsus o estrategia, la expresión de Navarrete se dio a finales de la semana en que Andrés Manuel López Obrador ordenó al jefe de Gobierno del DF que sacara las manos de un territorio electoral que Morena calcula será suyo, un poco desde 2015, a plenitud desde 2018. Empleo la palabra ordenar porque López Obrador no se toca el corazón en esas cuestiones. Estás con él o con los “corruptos”. Ordenar: mandar que se haga algo.

Fue despiadado con su adversario Cuauh-témoc Cárdenas y se quitó de encima “por las buenas” a Marcelo Ebrard, pero sin dejar duda de quién mandaba. No ha estar de humor para que un jefe de Gobierno con 38% de aceptación ciudadana (EL UNIVERSAL, febrero) le venga a complicar su tercera candidatura consecutiva.

Me sorprendió que Navarrete no haya guardado el destape para después del 7 de junio. Malas señales deben estarle arrojando sus cifras. El PRD está consciente de que, amén de posiciones y recursos, dentro de ocho domingos se juega la iniciativa electoral de la izquierda para 2018. López Obrador irá por Morena. El voto de la izquierda se fragmentará, a menos de que un PRD en la lona acepte viajar por tercera ocasión, y ahora sin los controles institucionales y financieros, a remolque del tabasqueño.

Claro que el PRD desdibujado podría aprovechar la novedosa figura de gobierno de coalición para intentar alianzas más prometedoras. Pero aliado del PAN, y por qué no del PRI, iría en el vagón de segunda. Salvo que Morena no lo derrote el 7 de junio. Es decir, que Morena no quede a la par en votos, ni se embolse delegaciones como Iztapalapa ni se convierte en una fuerza con capacidad de veto en la Asamblea Legislativa.

Si el PRD no pierde, sobrevive. Y para no perder, necesita de los servicios eficaces del jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, a quien López Obrador le ordena que se ponga atrás de la raya y Navarrete le ofrece la candidatura presidencial.

Vaya castillo de naipes. House of cards, le dicen ahora.

MENOS DE 140: Mensaje de un empresario poderoso de Nuevo León a varios colegas: ni un peso para El Bronco. Y eso que no están nerviosos.

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