La eficacia del secretario de Gobernación y el pragmatismo de los legisladores morenistas quedaron acotados. Y asomó la amenaza del veto presidencial…
Un ejército de asesores legales y académicos —coordinado por Mauricio Farah y José Manuel— trabajó más de 60 horas sin interrupciones, en la revisión de las seis leyes electorales reformadas en la Cámara de Diputados. Ricardo Monreal confió en sus más cercanos, mientras completaba una gira por el noroeste, que concluyó anticipadamente en Sonora.
El lunes 12, a primera hora, el líder morenista recibiría al secretario de Gobernación en el Senado. En la víspera, su staff había identificado 21 “bloques” de inconstitucionalidad de la minuta, remitida por la colegisladora. Nacho Mier había procesado el “plan b” en San Lázaro y tocaba al exgobernador zacatecano concretarlo.
Empero, el cúmulo de inconsistencias, contradicciones y problemas de técnica legislativa no era el principal problema. Sobre la inconstitucionalidad del procedimiento definirá —en última instancia— el poder Judicial. Esta objeción de conciencia lo llevaría nuevamente a un punto de inflexión, como hace 25 años.
Aquella vez, el político fresnillense era parte de la burbuja del coahuilense Humberto Roque Villanueva en la LV Legislatura, junto con José Murat y Fidel Herrera. José Luis Lamadrid presidió la Comisión de Puntos Constitucionales. En 1998 buscó la candidatura del PRI a la gubernatura, pero el entonces Procurador, Jorge Madrazo, puso en el escritorio del presidente, Ernesto Zedillo, el expediente sobre los nexos de los Monreal con organizaciones delictivas.
El veto de la DEA pudo más que la defensa que la cúpula priista. Monreal aceptó entonces la oferta de Andrés Manuel López Obrador para ser candidato del PRD. Y Zacatecas se convirtió en la única entidad del centro-norte gobernada por la izquierda.
Romper con Zedillo fue una decisión difícil. Esta vez, empero, debía optar entre su pasado morenista y sus aspiraciones presidenciales. Ante la decisión más importante de su carrera, Monreal consultó a antiguos compañeros y también, a respetados personajes de la política nacional; entre ellos Cuauhtémoc Cárdenas, Francisco Labastida y Manlio Fabio Beltrones. El político zacatecano entiende que la dignidad es un valor supremo. Y que la sucesión tiene una vía rápida en el pragmatismo. Al definir su postura buscó parecerse más al maestro Lama, pero olvidó la rebeldía y el arrojo de Jesús Reyes-Heroles.
Y al sustentar su voto contra la reforma electoral de la Cuarta Transformación (su voto particular —de 292 páginas— es un tratado sobre derecho electoral) Monreal Ávila invocó a Benito Juárez. El paquete de reservas y modificaciones que en la votación en lo particular fue desechado por la mayoría morenista. El divorcio del coordinador parlamentario y su bancada no pudo ser más evidente.
“De ninguna manera me rebelo a los principios y objetivos de la Cuarta Transformación, Por el contrario, los defiendo sin vacilación”, dice el posicionamiento político, en el voto particular. “Que quede una cosa clara: mi compromiso y trabajo es y será siempre en favor del pueblo mexicano. En mi calidad de senador de la República y doctor en derecho, es mi deber levantar la voz para hacer respetar nuestra Constitución y las instituciones públicas que han costado vidas, tiempo y esfuerzo”.
En el Salón Tesorería del Palacio Nacional, el primer Mandatario también fue cuestionado sobre la llamada “cláusula de vida eterna”, pactada por Adán Augusto López Hernández, con parlamentarios del Verde y del PT. “Por encima de los principios, nada”, definió.
La eficacia del secretario de Gobernación y el pragmatismo de los legisladores morenistas quedaron acotados. Y asomó la amenaza del veto presidencial…
