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Tanto que le gusta demostrar que ha leído pasajes de la Biblia y repetir alguno de sus fragmentos en sus conferencias mañaneras y no parece aceptar que en efecto “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

En unos días, barrió parejo y lo mismo descalificó a sacerdotes y jerarcas católicos que a miembros de la comunidad judía.

A la Iglesia Católica le tocó a propósito del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua y a la comunidad judía al ofender al publicista Carlos Alazraki.

Un exceso, si de distraer se trata, porque una cosa son las convicciones políticas y otra las creencias y la fe.

Ante la indignación y la rabia por la muerte de los jesuitas, el Presidente soltó de su ronco pecho: “Ahora que lamentablemente fueron asesinados los sacerdotes jesuitas, el único que entendió bien de lo que se trata fue el Papa Francisco. Si no fuese por el Papa Francisco nosotros tendríamos una situación muy delicada”. (El mismo Papa Francisco que días antes había lamentado “tantos asesinatos en México, (que causan) un sufrimiento inútil”).

La supuesta consideración, que parecía más bien que el presidente se estaba curando en salud, no benefició a los demás miembros de la Iglesia Católica, a quienes recetó: “nuestros adversarios con sus voceros y achichincles tratan de confundir, desinformar, manipular, diciendo: ¡Qué barbaridad, nunca ha habido tanta violencia en México como ahora!”

Se olvidan, dijo el Presidente, que si se hubiera continuado con la misma estrategia para combatir a la delincuencia “el país estaría en completa descomposición, ingobernable (…) hasta a los religiosos, que no siguen el ejemplo del Papa Francisco, porque están muy APERGOLLADOS por la oligarquía mexicana”. (….) ¿Qué quieren entonces los sacerdotes? ¿Qué resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a desaparecer todos? ¿Vamos a apostar a la guerra? ¿Por qué no actuaron, cuando Calderón de esa manera? ¿Por qué callaron cuando se ordenaron las masacres, cuando se puso en práctica el mátalos en caliente, cuando se decía a los altos mando del Ejército: ustedes hagan su trabajo y nosotros nos encargamos de los derechos humanos? ¿Por qué esa hipocresía?”.

La descalificación de Carlos Alazraki se dio en respuesta a comentarios en su programa de Atypical TeVe, de que al AIFA llegan aviones cargados con venezolanos que no pasan Migración. (Carlos escribió su respuesta el jueves, en estas páginas).

Suficiente para que el Presidente le endilgara: “Ya tenemos tiempo con muchas diferencias. Él es en extremo conservador, es como hitleriano”. Y al día siguiente, tras el reclamo de la comunidad judía en México, insistió, para que no quedara duda: “El señor Alazraki pues es seguidor del pensamiento de Hitler”.

Luego se justificó diciendo que conoce y es amigo de prominentes judíos, a quienes elogió pero también advirtió: “eso no quiere decir que toda la comunidad tenga una especie de patente de corso, para poder dañar, afectar un movimiento de transformación, nada más por sus ideales, su conservadurismo y repito su hitlerismo”.

No hay manera de entender las sinrazones del Presidente.

Llamar a los sacerdotes católicos hipócritas por su supuesto silencio ante la anterior política contra la delincuencia y sugerir que una cosa es “que tengan simpatías con los partidos conservadores y otra cosa es la mentira, la calumnia, y levantar falsos testimonios”, ofende, daña y es inaudito.

Agraviar a la comunidad judía llamando a uno de los suyos “hitleriano” es maligno e ignorante.

Monitor republicano

A quienes compartimos la fe católica, un abrazo fraterno. No hay mal que dure cien años. A nuestros amigos judíos, nuestro afecto y solidaridad.