Sin señal telefónica ni energía eléctrica en una extensa zona geográfica. El puente aéreo simplemente no pudo arrancar hasta que personal de la Marina y SCIT logró la rehabilitación parcial del aeropuerto José Azueta
El desempeño de esas 144 horas alterará, indefectiblemente, el curso de la Cuarta Transformación. Tras de los primeros reportes sobre el impacto de Otis en la Costa Grande de Guerrero, el Ejecutivo federal instruyó a los secretarios de Defensa, Marina e Infraestructura trasladarse a Acapulco para encarar el primer gran reto que dejó este desastre natural: restaurar las vías de comunicación.
Las brigadas de la SICT y la CFE, movilizadas desde la noche del martes 24, resultarían insuficientes por la magnitud del evento. Volar a Ixtapa Zihuatanejo era una opción que simplemente se descartó, no obstante que el aeropuerto de ese centro turístico —concesionado a OMA— nunca suspendió operaciones. Los primeros reportes daban cuenta de los severos daños sufridos por la infraestructura hotelera.
El Bello Puerto esperaba a los visitantes del puente de Día de Muertos. Con la memoria de lo ocurrido hace nueve años, tras del paso del huracán Patricia, los primeros esfuerzos institucionales se volcaron a localizar a los visitantes extranjeros y junto con los demás huéspedes foráneos, trasladarlos a la Ciudad de México.
Dicha tarea, que correspondía al secretario Miguel Torruco Marqués, no pudo ser cumplimentada. En esas horas críticas —cuando el presidente tuvo que ser trasladado en la cabina de una estaquitas y los principales funcionarios encargados de la seguridad nacional, en la batea de la camioneta de redilas— era imposible cumplir con la instrucción de abrir la terminal internacional de Acapulco.
Sin señal telefónica ni energía eléctrica en una extensa zona geográfica. El puente aéreo simplemente no pudo arrancar hasta que personal de la Marina y SCIT logró la rehabilitación parcial del aeropuerto José Azueta.
A las 48 horas, el coordinador de la comunicación presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, se incorporó al chat de voceros de las dependencias del gabinete federal, para tomar las riendas de la estrategia informativa, ante la emergencia en Guerrero.
Y en el terreno, las secretarias Luisa María Alcalde y Rosa Icela Rodríguez trataron de acelerar el cumplimiento de las instrucciones superiores. Su traslado a la zona siniestrada fue por helicóptero.
Apenas hasta el viernes por la tarde pudo verse a Torruco en Acapulco. Para entonces ya habían sido desalojados los visitantes foráneos. Al quite habían entrado el asesor presidencial, Daniel Chávez Morán, y el subsecretario Rogelio Jiménez Pons —ex titular de Fonatur— hasta que Alcalde y Rodríguez se apersonaron en el puesto de mando fue ubicado en la administración portuaria para conducir los esfuerzos para atender a los guerrerenses.
El trabajo más arduo era reconectar a la Costa Grande. La apertura de las vías de comunicación, tanto terrestres como aéreas y satelitales. El reabastecimiento de tiendas, mercados y centros comerciales sería posible, lo mismo que la entrega de la ayuda. El censo de damnificados vendrá enseguida. ¿Y dónde están los secretarios de Salud, de Economía, del Trabajo…?
De otras áreas gubernamentales —léase Semarnat y Profepa, por ejemplo— tampoco hay noticias. Menos, del Sistema Nacional de Protección Civil o del Consejo Nacional para la Prevención de Desastres, instancias que gracias a la austeridad republicana ahora son absolutamente inoperantes.