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Ayer se presentó en la Capilla Alfonsina un libro escrito por Alfonso Reyes pero hecho en realidad, escogido y prologado por Jesús Silva-Herzog Márquez.

Se llama La cosa boba, expresión que el propio Reyes tomó de Santa Teresa para resumir lo que Silva Herzog llama “prosa incidental”, la prosa de las pequeñas cosas, que pasan de la vida diaria a la escritura con la naturalidad de quien respira.

Las cosas bobas que recoge este libro (El Equilibrista, 2019) puede ilustrarse bien mencionando algunos de los títulos del volumen: “¡La Kodak!”, “Caos doméstico”, “Las grullas, el tiempo y la política”, “La sonrisa”, “Elogio del correo”, “Los objetos moscas” y “Plegaria por el agua”.

Este es en muchos sentidos el mejor Reyes, sugiere Silva-Herzog: el escritor Reyes en estado natural, no el inquilino de la antigüedad clásica, no el clásico por descontado de la lengua castellana, sino el que juega a hacer saltar su perro sobre la vara de su bastón, tal como aparece el propio Reyes en la portada de este libro, en el 60 aniversario de su muerte.

No está en La cosa boba el Reyes de los infinitos volúmenes, el de la fija fama póstuma, el Reyes cívico, el Reyes trágico ni el Reyes clásico, sino el Reyes que conversa, el Reyes del espíritu digresivo y de los hechos cotidianos, el Reyes capaz de mostrar la grandeza literaria de su mano cuando se pone a escribir sin propósito, como “cosa boba”.

No es el Reyes de la Cartilla moral que ha puesto a circular el gobierno como una especie de mandamiento laico para mexicanos extraviados, olvidados de la moral y de la verdadera felicidad de la vida que es estar bien con uno mismo y con los demás.

El Alfonso Reyes de la Cartilla moral es el Reyes predicador del respeto a la autoridad y a las jerarquías, inspirado para su escritura en una cartilla militar, que su padre Bernardo guardaba en el librero, y cuya virtud mayor era la disciplina.

El Reyes que necesita la discusión pública, sugiere Silva-Herzog, es el Reyes que conversa, el Reyes de La cosa boba, más que el Reyes del respeto a las jerarquías de la Cartilla moral.

Vale.

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