Una mentira presidencial puso a trabajar a la versión “más perversa y tóxica” de las redes sociales. Y el gobierno le ofreció protección, en actitud preventiva… ¿o culposa?
Han pasado dos años y medio desde que Juan Pardinas dejó el IMCO para asumir la dirección editorial de Reforma, el diario capitalino que una de cada tres mañaneras en Palacio Nacional —y otras tantas veces en las conferencias vespertinas del doctor Gatell— es referido en tono despectivo o amenazante.
Las intimidaciones del poder a la prensa eran el tema del panel previo a la clausura de las deliberaciones convocadas por la Sociedad Interamericana de Prensa, el pasado viernes 22. Roberto Rock, director fundador de La Silla Rota, fungió como el moderador en ese video conversatorio que fluyó de las agresiones contra periodistas y medios, a la estigmatización, y el acoso judicial y legal.
La belicosidad de la Cuarta Transformación contra el impreso insignia de Grupo Reforma llevó a Pardinas al foro. Pero también un incidente personal, derivado de la publicación de una imagen sobre una narcomanta en la que se aludía a la dirección particular de Andrés Manuel López Obrador. Al día siguiente, la queja presidencial llegó, sin pregunta de por medio.
“No publicamos su dirección”, precisó Pardinas, “pero si lo hubiéramos hecho no nos habríamos llevado la gran exclusiva, porque ya era de dominio público: hay más de 600 notas en Google con ese dato”.
De la queja de AMLO, al asedio en Twitter apenas pasaron unas horas. En represalia a la indiscreción de Reforma surgió un movimiento para ubicar la vivienda de Pardinas. “Si la seguridad de mi familia no hubiera estado en entredicho, diría que se trataba de los elementos de una comedia de lo absurdo”, recordó ante la audiencia de la reunión semestral de la SIP.
Un episodio surrealista, enfatiza. Y es que mientras su persecución virtual se volvía tendencia, recibió una llamada de la secretaria de Gobernación para ofrecerle protección. Pardinas la rechazó en ese momento. “Es un tema que tendría que hablar con mi familia”. La autoridad no esperó. Mientras Pardinas hablaba con su esposa, ya había una patrulla afuera de su edificio.
Una mentira presidencial puso a trabajar a la versión “más perversa y tóxica” de las redes sociales. Y el gobierno le ofreció protección, en actitud preventiva… ¿o culposa? Un ejemplo ominoso. Y una discusión de fondo, sobre la política de comunicación de la Cuarta Transformación, que deliberadamente ha colocado a las redes sociales en el extremo opuesto a los medios tradicionales. Para acrecentar la imagen del gobierno, lo mejor que idearon es desacreditar al status quo.
Las redes sociales son las menos confiables como fuente de información —de acuerdo a un estudio publicado recientemente por de Edelman— pero los medios de comunicación son percibidos como sesgados entre el público informado, de acuerdo con el Barómetro de Confianza 2021.
Además del consumo frecuente de contenidos noticiosos, las audiencias responsables verifican y si no es confiable, evitan replicar la información; además, no participan en cámaras de eco, en ésa misma en la que López-Gatell, Mario Delgado, Martí Batres y otros voceros de la 4T están atrapados sin darse cuenta.
En el 2020 disminuyó la confianza en las instituciones. Los medios perdieron seis puntos (59/53) y también las ONG (73/67), mientras las empresas disminuyeron tres (74/71) y el gobierno se mantuvo sin cambios (44). El promedio del índice de confianza en las instituciones se ubicó en 59, tres puntos menos que en el año anterior. En ese mismo puntaje se ubicó a las redes sociales, que antes no habían sido medidas en ese parámetro.
Los líderes sociales, bajo sospecha de mentir o desinformar. Entre los entrevistados para el ETB 2021, 73% opinó que los funcionarios gubernamentales tratan de engañar a la gente a través de exageraciones o declaraciones que saben que son falsas. Entre las fuentes, las menos confiables son las gubernamentales, mientras que en el extremo opuesto se ubican los expertos académicos. La confianza a los periodistas aumentó cinco puntos (41/46) en el año pero bajó, respecto de los representantes de las ONG.
La infodemia se impuso: 71% de los entrevistados consideró que la mayoría de los medios de comunicación están más preocupados por respaldar alguna ideología u opinión política que por informar al público y 69% cree que los periodistas y reporteros tratan de engañar a las personas a través de exageraciones o declaraciones que saben que son falsas. Los medios de comunicación son percibidos como sesgados.